TARA ROAD (Tara Road) (2005)
Dirección: Gillies Mackinnon.
Intérpretes: Andie MacDowell, Olivia Williams, Stephen Rea, Iain Glenn.
Una tragedia familiar, hará que Marilyn Vine (Andie MacDowell) quiera
olvidar lo acontecido y decida cambiar de aires: de Estados Unidos se
trasladará a Irlanda.
La cuestión del domicilio vendrá resuelta por la crisis matrimonial por la
que atraviesa Ria (Olivia Williams), la mujer de un profesional del negocio
inmobiliario que le ayudó en su momento a encontrar la casa en territorio
estadounidense.
Mediante el reclamo publicitario de haber sido producida por el oscarizado
Noel Pearson (“Mi pie izquierdo” (1989)), “Tara Road” viene a constituirse
en narración melodramática, donde se describen las vivencias de dos mujeres
que, en su cruce de caminos, se ven privadas del cariño y la vida de un hijo
y del amor de un marido, respectivamente.
Gillies MacKinnon (“Un golpe del destino” (1994), “Regeneration” (1997)),
director de esta trama transoceánica (aunque realmente la parte
norteamericana fuera rodada en Sudáfrica), parte de la novela de la
irlandesa Maeve Binchy, contando con la presencia estelar de Andie
MacDowell, Olivia Williams, y el siempre sobrio, poco expresivo pero muy
eficiente, Stephen Rea.
Al lado de las principales figuras citadas, se encuentran intérpretes del
cine irlandés como Bronagh Gallagher y Maria Doyle, a quienes se recuerda
formando parte del elenco que participó en la película de corte musical “The
Commitments” (1991), de Alan Parker.
El problema de “Tara Road” (nombre que hace rememorar otro lugar
emblemático, como era la famosa plantación sureña donde transcurre la acción
de “Lo que el viento se llevó”) es de estructura dramática.
Para que pudiera haberse erigido en un trabajo estimable, debería haberse
enderezado en sus últimos veinte minutos, ya que los dos primeros tercios
del filme están desarrollados de una manera adecuada, manteniéndose un tono
ajustado al argumento que se expone.
Es, efectivamente, en su última parte, en su desenlace, cuando todo se viene
al traste al resolverse de una forma excesivamente simpaticona, propio de
una comedia de tres al cuarto, al incluirse una francachela sonrojante
celebrada en el rancho yanqui y un acto protocolario sacado de la chistera,
que hacen chirriar desmesuradamente todo lo planteado hasta entonces.
Alberto Alcázar
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