THE LIBERTINE (2004)
Dirección: Laurence Dunmore.
Intérpretes: Johnny Depp, Samantha Morton, John Malkovich, Rupert Friend.
A finales del siglo XVII, y después de un período de dura represión, reina
en Inglaterra Carlos II (John Malkovich), monarca que se ha dejado llevar
por una cierta relajación en las costumbres.
Por aquel entonces, y a pesar de su escandalosa fama, John Wilmot,
Segundo Conde de Rochester (Johnny Depp) ejercerá una notoria
influencia sobre la corona.
Integrado en su día en el equipo de publicitarios creado por Ridley Scott,
Laurence Dunmore, con laureles varios en ese campo creativo, aborda su
opera prima en el largometraje adaptando una obra teatral de corte
histórico desarrollada por Stephen Jeffreys.
Es precisamente este mismo autor, quien se ha encargado de trasladarla a
la pantalla con el respaldo en la producción del propio John Malkovich,
protagonista del texto sobre las tablas.
En este caso, para el estratégico papel estelar se decidió elegir al
camaleónico Johnny Depp, muy convincente y metido en el personaje,
alejándose de sus “burtonianas” interpretaciones, tales como el fantástico
Eduardo Manostijeras o el colorista tahúr gastronómico, señor Wonka,
de “Charlie y la fábrica de chocolate” (2005).
Rodada en la Isla de Man, “The Libertine” consigue una magnífica
ambientación, merced a un cuidado trabajo de decorados y vestuario, un
logrado cromatismo tenebrista en la fotografía y añadiendo al conjunto el
piano de Michael Nyman, que siempre realza el tono en los relatos
cinematográficos de época.
En este sentido, todas las secuencias enclavadas en la “play house”, y
especialmente la obscena, provocativa y tensa representación ante Carlos
II y el embajador francés, son los episodios más sobresalientes de la
película.
Una narración histórica llena de excesos pero en la que también tiene
cabida un trasfondo de romanticismo en el encuentro de Wilmot con la
novel actriz Elizabeth Barry que, con la ayuda de Depp, es elevada a los
altares de la escena inglesa de forma similar al ascenso social que
acontece en el drama “Pigmalión”, pero que, a diferencia de lo escrito por
George Bernard Shaw, es el noble y favorito del monarca quien, en esta
ocasión, no es correspondido por la consagrada intérprete.
Alberto Alcázar
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