• Por Antonio Méndez


Dirección: Michael Winterbottom.
Intérpretes: Steve Coogan, Rob Brydon, Keeley Hawes, Shirley Henderson.

Película basada en una novela de Laurence Sterne. Con guión de Frank Cottrell Boyce (“El Perdón”, “Millones”).

Intentando imitar la anarquía narrativa del histórico e influyente texto de Sterne, el film de Winterbottom alterna la ficción con las vivencias del caballero Tristram Shandy (Steve Coogan), quien nos relata su vida y sus relaciones familiares en la Inglaterra del siglo XVIII, con la realización y preparación de la propia película.

En el siglo XVIII el escritor y sacerdote Laurence Sterne escribió una obra esencial de la literatura, “La Vida y Opiniones De Tristram Shandy”, un libro de narración revolucionaria y conscientemente anárquica, con base en el flujo de conciencia e influencias de Locke, Cervantes o Rabelais, digresiones múltiples y aventuradas experimentaciones. Una lectura sin duda muy recomendable (eso si por –mucha- casualidad se encuentra la literatura entre sus aficiones) para algunos pseudomodernitos-modernetes sin bagaje que se creen que el arte se inventó ayer.

Michael Winterbottom, como bien se afirma en la película, ha querido adaptar lo inadaptable (esto no se afirma) con resultados bastante discretos.

Remeda sin gracia el proceso caótico de la narrativa “sterniana” empleando desviaciones de tipo documental que suspenden la ficción, lo que da lugar a divagaciones cinéfilas de sus protagonistas que importan bien poco, ligazones familiares sin valor entre personajes y actores, excusas sobre las flaquezas de su propia obra, algunos elementos absurdos, como vínculo con el perro de Paulov, y comentarios directos a cámara.

Todas estas intermisiones, con narrativa fragmentada, split-screens, planos congelados, y aspectos digresivos, son recursos tan viejos como el propio cine.

Entre otros ejemplos, algo parecido, pero con mucha más anarquía, mucho más ingenio, mucha más audacia, mucho más humor, mucho más todo… se hizo en el Hollywood clásico con “Loquilandia (Hellzapoppin’)”. Este último título era una delirante película de comienzos de los años 40 dirigida por H. C. Potter con el protagonismo de la pareja cómica Ole Olson y Chic Johnson, en donde todos los recursos aquí expuestos y muchos más (como frenar la narración para echar a la gente de la sala) ya se realizaban con mil veces mejor resultado que esta mediocre mezcla entre un soso “Cómo se hizo…”, con remembranza regular a Fassbinder, y muy poco que recuerde, al margen del título y las pelucas, al antihéroe Tristram Shandy.

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