• Por Antonio Méndez

king-kong-cartel-1933Dirección: Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack.
Intérpretes: Fay Wray, Robert Armstrong, Bruce Cabot, Frank Reicher.

Con guión de James Ashmore Creelman (“El Malvado Zaroff”, “Mares De Java”) y Ruth Rose (“El Gran Gorila”, “Los Últimos Días De Pompeya”).

Sinopsis

Nueva York.
El famoso director de películas de aventuras exóticas, Carl Denham (Robert Armstrong), planea rodar su nuevo film en una isla remota. Le falta la protagonista femenina.
Un día, de manera accidental, conoce a Ann Darrow (Fay Wray), quien pronto se une al proyecto y zarpa con los marineros y el equipo técnico.
Cuando llegan a la isla, los nativos se encuentran realizando un ritual para un gigantesco simio al que llaman King Kong.

Crítica




Gran clásico del cine fantástico.

Producido por la RKO en tiempos de la Gran Depresión, el film tiene sus flaquezas y algunos aspectos no han envejecido bien.

Sí que es destacada la iconografía otorgada por King Kong, en especial el maravilloso clímax en el Empire State Building de Nueva York… inolvidable; la caracterización simpática-empática del ‘antivillano’; el laborioso trabajo de Willis O’Brien en la animación stop motion, en especial en las luchas entre ‘monstruos’; o la inteligente variante de la historia clásica de “La Bella y La Bestia”, con un romance imposible, trágico, no correspondido… (y si se fabula un poco) una alegoría sobre las consecuencias de los excesos colonialistas, hacen de este film de Merian C. Cooper y Ernest Schoedsack un título ineludible en su género.

king-kong-fay-wray-criticaResulta menos destacable su comienzo… moroso, estático, incluso arbitrario en la creación del vínculo entre Robert Armstrong y Fay Wray; con personajes masculinos bastante cargantes, con estereotipos…

Más tarde, se crea una aventura selvática de mérito a pesar de que parte de los efectos se han quedado arcaicos, con algún uso animatrónico risible o transparencias que ‘cantan’ demasiado.

La atmósfera selvática, con planos generales llenos de indígenas en un apogeo ritualista, con el clima ominoso del peligro ausente… está conseguida, ayudada tal consecución en la partitura de Max Steiner.




La historia es sencilla, la acción es violenta, intensa -perjudicada en ocasiones por luchas demasiado extensas, redundantes- y el uso de pintura mate configura un válido escenario exótico-prehistórico con influencias de “El Mundo Perdido” de Arthur Conan Doyle.

El último tramo de la película, en donde se encuentra el citado clímax en el que también caben vibrantes planos subjetivos, recalca el fundamento de relación imposible del relato, ligando con eficacia amor, violencia y muerte.

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Fay Wray