• Por Antonio Méndez

Dirección: Lasse Hallström.
Intérpretes: Heath Ledger, Sienna Miller, Jeremy Irons, Oliver Platt.

Con guión de Jeffrey Hatcher (“Belleza Prohibida”, “La Duquesa”) y Kimberly Simi.

Casanova (Heath Ledger), acostumbrado a seducir a cualquier mujer, se verá rechazado por la veneciana Francesca (Sienna Miller), hecho que estimula sus dotes de conquista con la intención de lograr el objetivo de vencer la resistencia a sus encantos.

En diferentes ocasiones se ha llevado a la gran pantalla las peripecias del aventurero veneciano Giacomo Casanova. ¿Quién no recuerda aquella cínica perspectiva del personaje de Federico Fellini con un Donald Sutherland glorioso realizando flexiones y contoneos pélvicos antes de competir con rostro concentrado en una serena pugna coital? Pues seguramente quien no haya tenido la fortuna de ver tal película un tanto fallida pero muy interesante en su original imaginería y tono satírico sí podrá ahora revisitar las andanzas de Casanova con otro miramiento muy diferente, el de Lasse Hallström, un director irregular cuyas películas, generalmente sesudos dramas sin demasiado enfoque y alguna que otra fábula chocolatera, apuntan siempre mucho pero ofrecen bastante poco.

casanova-heath-ledger-fotoCon producción de Touchstone (es decir, la Disney) se trata al personaje de forma banal en un entretenimiento que fundamenta su principal mérito en un excelente diseño de producción y su correspondiente recreación del siglo XVIII veneciano, escenario de una farsa aventurero-sexual y comedia romántica con inspiración clara del Tom Jones de Henry Fielding vía versión cinematográfica de Tony Richardson.

Su rutinario desarrollo depara un cúmulo de engaños varios, humor físico trillado, sexualidad más que light, diálogos de cierta frescura, personajes “aclicheados” con el ineludible obispo villanesco-inquisidor, un trabajo aceptable de Sienna Miller en el principal papel femenino, y la valoración suprema en esta farsa del hedonismo entendido como un todo y fin vital. Pues venga, cachondeo, y a gozar todos.

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Hasta la fecha, el director Lasse Hallström había obsequiado al público con una serie de obras de corte dramático y a menudo tiznadas de una pizca de sensiblería, que sin embargo le hicieron ganarse el respeto de muchos. Con “Casanova” Hallström da un giro radical hacia una pura comedia a la que sólo le falta algún número musical para llegar al vodevil o la opereta. Estamos ante una película basada en el mito de Casanova, aunque parece que del personaje en cuestión sólo se toma lo indispensable para provocar una serie de situaciones cómicas que dan poco más de sí.

Ya en los primeros minutos podemos ver a un Heath Ledger enfundado en el papel del conquistador y dando brincos sobre los tejados de Venecia en alarde de unas dotes que serían la envidia de cualquier artista circense. Vistoso y cómico, cierto, pero en absoluto creíble. Buena parte de la historia se limita a una serie de persecuciones a través de las calles y canales de Venecia del protagonista, que finalmente siempre consigue eludir el cerco de la Inquisición. Para rellenar el resto del metraje, aderecémoslo con una serie de enredos, suplantación de personalidades y seudónimos varios, más que en un guión sólido y con argumento, parece que se ha trabajado aquí por conseguir una sucesión de chistes cómicos y poco trabajados.

Ledger está correcto en su papel, aunque este de poco de sí, del mismo modo que la protagonista femenina Sienna Miller, quizás un poco más sobresaliente, pero sin muchas más aspiraciones. Respecto a los secundarios, a pesar de contar con algún nombre bastante brillante, más de lo mismo. Jeremy Irons interpreta al Obispo Pucci, Inquisidor enviado por el Vaticano, y uno no sabe si reír o llorar ante un actor de tan reconocido talento envuelto en un traje de bufón al que tan poco se ajusta, pero que es acorde a la tónica de toda la película.

¿Qué decir del resto? Pues poco más se puede añadir. “Casanova” es absolutamente ligera en todos los sentidos, y tan solo se presta a ser un producto netamente comercial de entretenimiento. Entre huída y persecución podrá el espectador deleitarse con una cuidada puesta en escena, y el incomparable marco de la ciudad de Venecia, pero que por sí solos no justifican el despliegue de medios.

En resumen, comedia fácil y vulgar al servicio de la taquilla, apta para todo aquel que desee reírse por un rato sin gran esfuerzo. Confiemos en volver a ver pronto al señor Hallström de los pausados dramas.

Iván Álvarez Miranda


Las ¿memorias? del escritor y aventurero Giovanni Giacomo Casanova se ¿satirizan?, ¿ridiculizan?, ¿plasman de manera divertida? en una increíble película cuyo único atractivo reside en la ciudad de Venecia.

Con un paupérrimo guión y un Heath Ledger batiendo el récord de inexpresividad que ostentaba uno de sus compatriotas (el que atiende a las iniciales de R. C., y que ganó un Oscar), el mito de Casanova se ve reducido a una “comedieta” decepcionante, de tal manera que la similitud existente entre la biografía del mejor amante de todos los tiempos y esta pantomima es: ninguna.

El director del invento, Lasse Hallström, nominado a los Oscar, cineasta oficial de los ABBA que, entre otros trabajos, les haría una película en 1.977, y que, bajo mi humilde punto de vista (seguramente equivocado), siempre ha pecado por dejarse engatusar para dirigir historias sensibleras y simplonas del tipo de “Chocolat” o “Las normas de la casa de la sidra”; en este último trabajo se daba con un canto en los dientes al afirmar orgulloso que es el primer cineasta que ha rodado en el interior de Venecia, lo cual es cierto. Sin embargo, si éste era el sueño de su vida, bien podría haber hecho un documental de la ciudad del Adriático, y ahorrarnos la pérdida de tiempo que constituye el ver tan decepcionante metraje. De todos es sabido que la romántica Venecia es un lugar tremendamente fotogénico, de ésos que ganan en las postales y que pierden gran parte de su encanto en vivo y en directo, como los grupos malos de rock, así que le habría quedado un reportaje precioso, sin necesidad de contar historia alguna. Ahora bien, como buen director que dicen que es (y yo no lo dudo) hubo de tener la precaución de explicar a los responsables de producción que la dirección artística en una película es hasta necesaria, y casi, casi imprescindible para que la Venezia del siglo XVIII sea la Venezia del siglo XVIII, y no el lugar en el que pasaste tus últimas vacaciones. Lo cual es una auténtica pena, porque filmar en el interior de tan pintoresca ciudad y hacerlo, además, con la espléndida fotografía de Oliver Tapleton, no han podido subsanar ese “pequeño” detalle.

Como tampoco es cuestión de cargar las tintas contra el director, que por muy sueco que sea o que se hiciera, sí que supo estar en su sitio, comenzaremos a comentar un guión que, por increíble que parezca, debe su existencia a una mujer. La guionista Kimberly Simi fue quien albergó la idea peregrina de crear un Casanova contemporáneo, juvenil y dicharachero, e inventó una historia en la que semejante impresentable se enamora de alguien porque ésta le rechaza. Dato importante: no se enamora por sucumbir al poder que emana el Amor verdadero, ni por aquello de haber encontrado su media naranja donde sólo había limones, sino por el hecho imperdonable de ser rechazado. Habría que seguir la historia “Cinco años después”, cuando ya no hubiera tal rechazado, para ver dónde moraba el enamoramiento.

No se tienen datos precisos del paradero de los guionistas que, posteriormente, desarrollaron el brillante argumento, pero es probable que cayeran en una I.T. por agotamiento mental. Muy lejos de barajar documentación alguna sobre la época que nos ocupa, -y ya no digo del personaje que estaban tratando- su único objetivo está encaminado en una sola dirección: desvelar los secretos del seductor. De esta manera, ponen en boca de la chica de Pepe Jeans, -una irreconocible Sienna Miller, que trata desesperadamente de imitar en este papel a la inimitable Katharine Hepburn- frases tan logradas como ésta: “Un verdadero seductor es aquél que dice a una dama ‘no quiero’ monopolizar la conversación”, cuando el verbo a usar, a mi entender, no es el de “querer” sino el de “saber”; y, en cualquier caso, oración sólo superada en ingenio y originalidad por la que le hacen pronunciar, en repetidas ocasiones, al australiano impasible metido a Casanova: “Eres la única, eres la única”.Tres palabras que él consigue declamar sin abrir los labios; cualidad importante en todo actor y, posiblemente, requerida para este personaje. De todas maneras, los esfuerzos del guión pronto se muestran tan banales como irrisorios, sobre todo teniendo en cuenta que a estas alturas de la Historia de la Humanidad cualquier mujer sabe que el auténtico y genuino Casanova es el que posee el don inapreciable de hacer creíble la falacia. Nada más fácil que haber empezado por ahí.

En el apartado de los aciertos –que los hay- se encuentra el personaje de Francesca Bruni, una especie de George Sand hallada un siglo antes de su tiempo en otra parte del Planeta; la excelente fotografía, anteriormente mencionada; la banda sonora del compositor francés Alexandre Desplat, a quien también se debe la música de “La joven de la Perla; el gran trabajo del siempre buen actor secundario Oliver Platt; o contar con Jeremy Irons, que después de haber protagonizado peliculones de la talla de “Herida” o “La misión”, se puede permitir el lujo de desacreditarse con “Dragones y Mazmorras” o con otras producciones de calidad todavía inferior.

Nadie pidió a los productores de este moderno Casanova que el suyo fuera capaz de competir con el de Fellini, pero qué menos que encauzar el proyecto con un mínimo de respeto y de rigurosidad, y hacer, de verdad, una comedia. El resultado al que se llega es la existencia de una película perfecta en las formas y carente de todo contenido, pero que, inexplicablemente, gusta.

Marta Soria

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