Dirección: Gene Stupnitsky.
Intérpretes: Jacob Tremblay, Keith L. Williams, Brady Noon, Molly Gordon.
Con guión de Lee Eisenberg (“Bad Teacher”, “Año Uno”) y Gene Stupnitsky (“Bad Teacher”, “Año Uno”).
Sinopsis
Max (Jacob Tremblay) se ha metido en un buen lío.
Ha perdido el dron de su padre (Will Forte) cuando intentaba aprender a besar espiando a sus vecinos antes de acudir a la “fiesta del morreo” de su colegio.
Junto a sus amigos Lucas (Keith L. Wiliams) y Thor (Brady Noon), intentará recuperarlo, iniciando una aventura que les lleva al mundo del narcotráfico.
Crítica
Comedia con tres chavales metidos en líos en vísperas de acudir a una fiesta del beso organizada por los “malotes” del instituto en la que estará la niña que le gusta a uno de ellos.
La etapa de transición pre-adolescente es la base de la película, esa etapa en la que los cuerpos cambian y las hormonas empiezan a revolucionarse.
Los tres jóvenes protagonistas están muy bien en sus interpretaciones.
Son personajes simpáticos con cierto carisma.
Sus interpretaciones salvan al film de un resultado estrepitoso.
Los chicos tienen un trasfondo de problemas personales, inseguridades, miedos, que hacen que se unan más entre ellos.
Uno siente que su padre se ocupa más de su dron que de él.
Otro está temeroso por el inminente divorcio de sus padres.
Al tercero le encantaría participar en un musical pero ante los chicos malos está mejor visto dedicarse a beber cerveza.
Sin llegar a profundizar demasiado en ninguno de esos problemas, la película tiene momentos para buscar la complicidad en el sufrimiento con la amistad infantil y la iniciación en primer plano.
El guión es predecible en una aventura juvenil con influencia de cintas de los años 80, tipo “Goonies”, aunque en este caso se abuse de trazos gruesos en torno a sexo, drogas, escatología…
Tiene algunas situaciones divertidas pero los chistes terminan siendo repetitivos.
Paradójicamente, no es una película para niños y se enfoca más bien al público adolescente en plan comedia gamberra.
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