• Por Antonio Méndez

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Dirección: Yoji Yamada.
Intérpretes: Hiroyuchi Sanada, Rie Miyazawa, Nenji Kobayashi, Ren Osugi.

Película basada en unas novelas de Shujei Fujisawa.
Con guión de Yoshitaka Ashama (“Musuku”, “The Hidden Blade”) y Yoji Yamada (“The Hidden Blade”, “El Catador De Venenos”).

Sinopsis

Japón, mediados del siglo XIX.
Seibei Iguchi (Hiroyuchi Sanada) es un samurái viudo que trabaja como burócrata para poder sacar adelante a sus dos hijas y a su anciana madre. Su vida cambia cuando tiene noticia de que Tomoe (Rie Miyazawa), un antiguo amor, se ha separado de su cruel esposo.

Crítica




el-ocaso-del-samuraiPelícula de recuerdo familiar sobre el fin de una época y una acción que significa los valores de un personaje crepuscular: deber, respeto, humildad, justicia, sacrificio, disciplina, dignidad, honor

El actor Hiroyuchi Sanada realiza una maravillosa creación como Seibei Iguchi, y el director Yoji Yamada maneja su historia con sensibilidad y pausa, nunca acelerado ni moroso, a través de una narración en off de una de las protagonistas.

No es una película que enfatice la lucha, estamos ante otro tipo de épica. Es una cinta de retrato íntimo, humano, de reflexión y memoria en ambiente rural con lugar para el costumbrismo, el humor, el comentario social y el romance.

Le sobra algún remache meloso en su tramo final pero en conjunto se trata de un film satisfactorio con influencia del maestro Yasujiro Ozu.



Japón, 1868. Seibei Iguchi (Hiroyuki Sanada) acaba de perder a su mujer, quedándose al cargo de sus dos hijas y de su madre ya anciana. Esta responsabilidad hace que prácticamente no disfrute de tiempo libre, dedicándose a trabajar en un almacén de abastecimiento para sacar adelante a su familia. Asimismo, sus buenas artes como samurai le llevarán a medirse con un antiguo colega de armas que se halla en el bando rebelde al poder regente.

Una vez que Akira Kurosawa encumbrara el mundo de los samuráis glosando sus epopeyas, los cineastas actuales han vuelto a ese atractivo universo. Se pueden citar, entre otras, a “El último samurai” (2004), a la mayor gloria de Tom Cruise, un militar occidental convertido de la noche a la mañana en guerrero oriental. Posteriormente Takeshi Kitano, con su peculiar estilo, nos presentó al invidente luchador y justiciero “Zatoichi” (2004). Y ahora llega “El ocaso del samurai”, película japonesa que fue seleccionada para competir por el Oscar en la categoría de mejor película extranjera.

Sin embargo y por cuestiones de distribución, el orden mencionado se invierte si se atiende al criterio cronológico de su producción. Efectivamente, el año de rodaje de “El ocaso del samurai” se sitúa en el año 2002, siendo pues anterior a las otras dos.

No obstante, y como curiosidad, hay puntos en común en el plano interpretativo que entroncan a las tres. Así, el protagonista, Hiroyuki Sanada, intervino en el papel de Ujio junto a Cruise y, por otro lado, Ren Osugi es un habitual del elenco de Kitano, habiendo participado en “Hana-bi” y “Flores de fuego”.




La obra aquí comentada está dirigida por el veterano Yoji Yamada, quien cuenta con un amplio bagaje creativo a sus espaldas; y su guión está escrito por el propio director y por Yoshitaka Asama, que adaptan un relato de Shuhei Fujisawa, un autor especializado en literatura de samuráis.

Narrada en “off” por la hija pequeña del personaje interpretado por Sanada, Yamada nos presenta un original ejemplo de lo que debió ser el último esplendor de la figura épica del samurai.

Aunque pudiera parecer, por su temática, un filme con continuos y violentos choques físicos, nada más lejos de la realidad y de los títulos citados anteriormente. “El ocaso del samurai” está dotada de una estupenda y relajante fotografía, tiene un ritmo pausado sin que haya que entenderlo como lento, y transcurre armoniosamente hasta culminar toda una época de la cultura nipona.

Es, en definitiva, la historia del sacrificio de los samuráis, pero en esta ocasión extrapolada al ámbito familiar. La situación extrema que supone el que un hombre afronte la muerte de su joven esposa, sabedor de la ardua tarea de hacerse cargo del crecimiento de su prole. Otro tipo de brega pero, sin lugar a dudas, más constructiva que lo que supone tirar de katana.

Alberto Alcázar

Puntuación

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