Dirección: Adam McKay.
Intérpretes: Christian Bale, Amy Adams, Sam Rockwell, Steven Carell.
Con guión de Adam McKay (“La Gran Apuesta”, “Ant-Man”).
Sinopsis
Wyoming, años 60. Dick Cheney (Christian Bale) es un joven adicto al alcohol que, impulsado por su mujer Lynne (Amy Adams), abandona la bebida y se centra en su carrera política impulsada por el congresista Donald Rumsfeld (Steve Carell), asesor económico del presidente Richard Nixon.
Crítica
“El Vicio Del Poder” es una mezcla de biopic, falso documental, reportaje denuncia y sátira política. Nos cuenta la vida de Dick Cheney con el propósito de posicionar un poder absoluto desde un “segundo plano” como vicepresidente bajo el mandato de George W. Bush; advirtiendo desde las primeras imágenes que se trata de una historia real a pesar de la falta de información sobre el personaje.
Se tratan temas como la ambición, el poder político, la inmoralidad, la mentira, la manipulación de los medios, la corrupción o el enriquecimiento como fin en un relato tendencioso, sin entrar a cuestionar que lo que cuente sea verdad.
No profundiza en la psicología de los protagonistas (son perfiles políticos, ideológicos); se les juzga desde el primer momento, sin dar opción a que sea el espectador el que valore su comportamiento; caricaturizados en algunos casos, simplificando demasiado sus comportamientos.
Los actores están correctos en sus papeles, destacando en el reparto un Christian Bale camaleónico, perfectamente caracterizado para meterse en la piel de Dick Cheney en sus diferentes etapas vitales. Bale está muy bien acompañado por Amy Adams, interpretando a su mujer Lynne (la verdadera mano que mueve los hilos en sus inicios) , así como por el resto de secundarios. El problema es que el retrato de esos personajes resulta demasiado esquemático.
La narración es embrollada y pretenciosa. Introduce cameos, un narrador omnipresente, voz en off, momentos en los que se rompe la cuarta pared y se habla a la cámara, mezclas de metraje de realidad y ficción, situaciones en las que el tono es grave, otras satírico, escenas metafóricas entremezcladas, sketches, recursos de tableros de juego con fichas que se mueven, cortes abruptos… Las escenas en ocasiones se aceleran, introducen demasiados personajes, algunos que no tienen trascendencia posterior en la trama, fechas, datos, subtramas… El lenguaje cinematográfico es caótico, poco consistente.
Se habla de muchos sucesos históricos, como el escándalo Watergate, los atentados del 11-S… pero sin profundizar en ellos. Pretende aglutinar décadas en la vida política de Cheney para ir construyendo una crítica de los peligros del poder en manos de personajes mediocres, grises, que permanecen en la sombra, pero siempre desde una posición muy sesgada, situando al espectador al mismo tiempo como víctima y como culpable.
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