Dirección: John Moore.
Intérpretes: Dennis Quaid, Tyrese Gibson, Giovanni Ribisi, Miranda Otto.
Película basada en una novela de Trevor Dudley Smith.
Con guión de Edward Burns (“Las Aceras De Nueva York”, “Miércoles De Ceniza”) y Scott Frank (“La Intérprete”, “Minority Report”).
Sinopsis
Después de sufrir un accidente de aviación un grupo de supervivientes se halla perdido en mitad del desierto del Gobi sin recursos y acechados por contrabandistas.
Para intentar salir de esta situación deciden construir un nuevo aparato con los restos del avión accidentado.
Crítica
Versión del libro de Elleston Trevor (seudónimo literario de Trevor Dudley Smith) que ya había sido llevado al cine por Robert Aldrich en los años 60 en una película interpretada por James Stewart y Richard Attenborough.
En esta ocasión es el propio hijo de Aldrich, William, como productor, el actor Edward Burns como guionista, y John Moore, autor de la mediocre “Tras La Línea Enemiga”, como director, los responsables de una cinta de acción y aventuras englobada también dentro del cine de desastres que tanto furor hizo en los años 70 (aunque la primera versión sea de mediados de la década anterior).
Es formulista, ruidosa, de anémico tratamiento en el suspense, recogiendo básicamente el desarrollo del film de Robert Aldrich pero con mayor capacidad para crear tensión no arbitraria y un texto menos conseguido, con diálogos pobres, personajes funcionales, sin dimensión, estereotipados, que tendrían que ser, clave en la novela de Elleston Trevor y también, dentro de los cánones de Hollywood, en la adaptación de Aldrich, escritos con mayor complejidad psicológica para provocar interés adulto por sus relaciones, reacciones y destinos en la situación límite en la que el grupo se encuentra.
Al margen de su esterilidad psicológica, los efectos especiales del siglo XXI es cierto que ayudan a otorgar mayor espectacularidad a algunas escenas de acción (cuando el montaje no lo estropea, claro), conformando un primer acto bastante entretenido, pero el desarrollo del film, reproduciendo de manera bruckheimeriana, es decir, vacía, circunstancial, estridente, la línea temática del primer título, resulta superficial y rutinaria a pesar de contener ciertas dosis de enérgica y eficiente acción y de que la localización desértica, rodada en Namibia (simulando ser el desierto de Gobi de Mongolia), esté muy bien plasmada a nivel estético por Brendan Galvin, quien adorna con la ayuda de David B. Nowell en las tomas aéreas con soleados y automplacientes planos un film de enfoque puramente palomitero.
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