• Por Antonio Méndez

javier cercas la velocidad de la luz libroSinopsis

Un aspirante a novelista viaja a la ciudad estadounidense de Urbana, en donde comparte despacho universitario con Rodney Falk, excombatiente del Vietnam bastante esquivo e intratable con quien inicia una relación marcada principalmente por sus gustos literarios.

Crítica

javier-cercas-libros-critica-velocidad-luzDespués de “Soldados De Salamina”, Javier Cercas volvió servirse de un conflicto bélico, en este caso de la manida Guerra del Vietnam, para abordar, con bastante superficialidad y tópicos, las consecuencias nefastas que tiene toda guerra en sus participantes, eso sí, con un plus de tufillo coyuntural poco singular.
Para ello ubica en la misma, algo poco original, a un personaje contestatario de cierto aire hippiesco y pseudointelectual, que ve como su psicología y actitud tras su incorporación a la vida civil le lleva a adoptar posturas acerbas, huidizas, en cuanto a su contexto social marcado por el alienamiento y la incomprensión de su alrededor.

En medio de esto aparece en su vida el autor, narrando en primera persona la novela, para estrechar una amistad que sirve a Cercas, básicamente, para hablar de literatura con el susodicho, con una resolución existencial muy obvia, y hacerse autoreferencias biográficas latosas, gratuitas, por medio de conversaciones banales, descripciones de ambientes pijotescos, reuniones sin gracia o palmaditas en la espalda.
Es decir, como el éxito y la fama puede ser malísimo aunque la pasta ganada te sirva para pagarte las putas y vivir bien en una lujosa casa con desdeñosas preocupaciones burguesas, aunque sea de manera desordenada y con consecuencias nefastas, que denotan pocos recursos en tramas y en tonos, empleando gradaciones nostálgicas, foscas, lastimeras y sentimentales poco significativas.

Con portada -no sé si acreditada, me parece que no- remedando un cuadro de René Magritte, el libro es una novela nada interesante que no aporta nada nuevo en ningún tema que aborda.
Eso sí, se lee fácil, porque sino el lector un tanto exigente acabaría deprimido ante tal acopio de lugares comunes.

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