• Por AlohaCriticón

la duquesa de langeais cartel poster

LA DUQUESA DE LANGEAIS (2007)

Dirección: Jacques Rivette.

Intérpretes: Jeanne Balibar, Guillaume Depardieu, Michel Piccoli, Bulle Ogier.

A principios del siglo diecinueve, durante la incursión francesa en tierras españolas, un destacamento militar de los invasores permanece en Mallorca a las órdenes del general Armand de Montriveau (Guillaume Depardieu).

Sin embargo, el motivo de la estancia de Montriveau en la isla balear tiene un componente sentimental: quiere entrevistarse con una monja de clausura con la que antaño compartió una estrecha amistad, Antoinette de Langeais (Jeanne Balibar).

Jacques Rivette, uno de los fundadores de la archiconocida cofradía de la Nouvelle Vague, firma la adaptación cinematográfica de un relato de Honoré de Balzac, autor cuya obra ya ha materializado Rivette al celuloide previamente (“La bella mentirosa” (1991)).

El propio Rivette reconoce que su acercamiento a Balzac fue por sugerencia de su cofrade Eric Rohmer, quien, precisamente, seis años antes al rodaje de este filme había dirigido otra película de corte histórico, “La inglesa y el duque” (2001), en la que mediante la digitalización de la imagen evocaba otra relación sentimental en la época de la Revolución Francesa con un resultado mediocre.la duquesa de langeais critica review

En “La Duquesa de Langeais”, Rivette es muy fiel al texto de Balzac, que es trasladado a la pantalla por el propio realizador junto a Pascal Bonitzer y Christine Laurent, encontrándose en la ficha técnica como productor nada menos que el interesante cineasta italiano Ermanno Olmi.

Encabezando el reparto una correcta Jeanne Balibar, obediente a las órdenes del director galo, es decir, frívola cuando debe serlo y vehemente en el clímax de la cinta; y Guillaume Depardieu, hijo de su padre, cuya circunspección natural junto a la auténtica mutilación de su pierna ayudan a la composición de su personaje.

Cabe reseñar una breve aparición de Michel Piccoli como el procurador Vidame de Pamiers, sobrio y distante en la interpretación de la persona de confianza de la Duquesa.

A pesar de la cuidada y pulcra puesta en escena, con música de Boccherini incluida, la falta de química de la pareja protagonista unido a los numerosos meandros narrativos, trae como consecuencia la ausencia de una profundidad emocional que debiera completar lo exigible en este tipo de género.

“La Duquesa de Langeais”, aborda el asunto del enclaustramiento eclesiástico, ya tratado anteriormente por Rivette en “La religiosa” (1966) y recuerda, debido a su semejanza, al pasional y enigmático opúsculo literario de Mariana Alcoforado, “Cartas de una monja portuguesa”.

Alberto Alcázar