Dirección: Julio D. Wallovits.
Intérpretes: Iván Morales, André Schneider, Alex Brendemühl, Esther Bové.
Un individuo gris y desaliñado (Francesc Garrido) deambula por la vida con una obsesión: encontrar y apoderarse de “la silla”.
Mientras él no tenga localizada y adquirida “la silla” su persona no conocerá el sosiego, produciéndole hastío todo lo que le rodea, especialmente su casa.
Escasos meses después de que debutara en solitario su ex compañero Roger Gual, Wallovits hace lo propio de una manera discretísima en lo que a exhibición comercial se refiere.
Partiendo de una cita algo desconcertante del pensador francés Jean Baudrillard, Wallovits arranca su propuesta utilizando un personaje protagonista, Garrido, que representa al excéntrico señor X ó K (si se utiliza la nomenclatura kafkiana, que mucho de ella tiene esta cinta) que se dedica a la búsqueda del Arca de la Alianza de cuatro patas.
En esta ópera prima bis, el director argentino hace un planteamiento desde la originalidad entremezclando tomas largas sin diálogos y reiterativas exposiciones de imágenes (sobre todo de edificios) que buscan desesperadamente un simbolismo argumental que conduce al conjunto, inevitablemente, a un cine de autor en el que están apoltronados los personalísimos Antonioni, Oliveira o Angelopoulos.
Una intencionalidad, pues, que no tiene nada que ver con la que seguía Gual en “Remake”, donde los pies de éste último se asentaban en un terreno mucho más firme. En este sentido, se puede afirmar que los estilos de uno y otro se complementan y enriquecen de tal manera, que el resultado final de sus ideas en común es, hasta el momento, más brillante que sus experiencias individuales.
Rodada con una economía de medios digna de encomio, “La Silla” cuenta en el reparto con Ulises Dumont y Francesc Orella que, junto con Garrido, son los intérpretes en los que vuelve a confiar Wallovits después de trabajar con ellos en el ensayo sobre la polémica del tabaco que realizara con Gual.
“La Silla” es una película que hará las delicias de los críticos recalcitrantes y, en contraposición, no recomendable para el/la espectador/a de fácil digestión, aunque en su regazo tenga un cubo de palomitas.
Alberto Alcázar