Dirección: Fernando Meirelles.
Intérpretes: Jonathan Pryce, Anthony Hopkins, Juan Minujín, Cristina Banegas.
Con guión de Anthony McCarten (“Bohemian Rhapsody”).
Sinopsis
Tras la muerte del papa Juan Pablo II y la elección como nuevo pontífice del cardenal alemán Joseph Ratzinger (Anthony Hopkins) con el nombre de Benedicto XVI, el cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio (Jonathan Pryce) se plantea renunciar al arzobispado de Buenos Aires.
En un contexto de escándalos, Benedicto XVI llama a Bergoblio a la residencia de verano del papado. Es el inicio de una relación entre dos religiosos con conceptos distintos sobre el futuro de la Iglesia católica.
Crítica
“Los Dos Papas” es una película que elucubra sobre el encuentro y la posible relación entre Joseph Ratzinger y Jorge Mario Bergoglio, centrando Fernando Meirelles la historia en el contraste de personalidades y en la diferencia que ambos parecen tener sobre la comprensión de la religión.
El inicio del film se narra con mucho estilo, las ceremonias, el boato del Vaticano, con tomas cenitales, primeros planos, travellings, gran angular…
Se retratan muy bien los espacios.
Intercala imágenes realistas de corte documental con otras intimistas, logrando veracidad en lo que expone.
Introduce bien a los protagonistas en un duelo interpretativo entre dos estupendos actores, Anthony Hopkins, como un mesurado Ratzinger, y un fenomenal Jonathan Pryce mimetizado con el personaje, consiguiendo un asombroso parecido físico y expresivo con Bergoglio.
Con posterioridad se intercalan flashbacks, cada vez más largos, sobre la vida del religioso argentino desde su adolescencia a la actualidad, narrados casi a modo de panegírico.
Estos flashbacks alargan innecesariamente la película y desconectan de lo más interesante de la misma, que son los amables encuentros y desencuentros de las personalidades de los protagonistas, los diálogos de madurez y sabiduría, las cuestiones teológicas, humanas, con dosis de ternura que transforman lo que podría ser un choque de trenes con un recurso de fina ironía.
Otro aspecto chocante de la película es que, dentro de su exposición poco crítica, el guión se posiciona claramente al lado de Bergoglio, dedicando más tiempo a conocer su persona, rastreando su pasado con cierta demagogia, justificando su postura durante la dictadura argentina.
El film no penetra del mismo modo en Ratzinger, prejuzgado por los medios de manera superficial y ubicado en el film como testigo y aval del ascenso al poder católico de su contrapunto.
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