Dirección: Cristian Mungiu.
Intérpretes: Adrian Titieni, Maria-Victoria Dragus, Vlad Ivanov, Ioachim Ciobanu.
Con guión de Cristian Mungiu (“Más Allá De Las Colinas”, “Historias De La Edad De Oro”).
Sinopsis
Rumanía.
Romeo (Adrian Titieni), un médico cercano a los 50 años, está volcado en su hija adolescente Eliza (Maria -Victoria Dragus) tras el fracaso de su matrimonio y un país destrozado.
Su ilusión es que Eliza acuda tras los exámenes finales a estudiar a una prestigiosa escuela en Inglaterra.
Sin embargo, tras la víspera del examen, su hija es atacada en la calle.
A partir de ese momento, Romeo hará todo lo posible por cumplir el objetivo que tenía para ella.
Crítica
Drama familiar que crea un muestrario sobre corrupción cotidiana, sobre fragilidad moral, sobre intercambio de favores, sobre contactos profesionales que facilitan conseguir lo que se necesita, sobre chanchullos a menudo llenos de buenas intenciones…
Esto se une al retrato de una familia disfuncional, un matrimonio casi roto con una única y protegida hija llamada Eliza.
Ningún personaje parece estar libre de pecado.
Romeo engaña a su mujer, se tiene por un reputado profesional, pero su moralidad y sus principios se destruyen por completo cuando trata de conseguir lo mejor para su hija.
La mujer padece una extraña debilidad que crece a medida que se acentúan los problemas matrimoniales. La personalidad de Eliza se altera tras un intento de violación.
El novio de Eliza esconde algo.
El comisario no parece todo lo limpio que debería… Nadie lo parece, esto hace que la trama resulte más imprevisible.
La película se desarrolla en gran parte en espacios interiores claustrofóbicos, de los que los personajes entran y salen constantemente: la casa, el coche, el hospital, un despacho… resaltando tanto lo que se ve como lo que se intuye.
Cristian Mungiu hace uso de planos secuencia, en algunos casos con largas conversaciones entre los personajes, en otros siguiendo al protagonista, logrando transmitir su desasosiego.
La película mezcla el retrato exterior de la Rumanía postcomunista, la herencia social recibida de la dictadura y el retrato interior de caracteres sometidos a complejos y cotidianos dilemas éticos.
La atmósfera es turbia, angustiosa, intrigante, desencantada, llena de tensión desde sus primeras secuencias, cuando una piedra destroza el cristal del salón, agravándose después de la agresión que tiene como víctima a Eliza.
Un cierto empeño en verbalizarlo todo, reincidiendo en determinadas ideas, y un desenlace con cierta moralina, hacen que este buen trabajo vea perjudicada su valía.