• Por AlohaCriticón

LOVE AND HONOR (2006)

Dirección: Yoji Yamada.

Intérpretes: Takuya Kimura, Rei Dan, Mitsugoro Bando, Takashi Sasano.

Shinnojo Mimura (Takuya Kimura) sirve como samurái en una fortaleza, formando parte del grupo de catadores de venenos que debe comprobar la inocuidad de la comida que llega al Gran Señor.

En una de las degustaciones, Shinnojo sufrirá las consecuencias tóxicas del alimento y con ello una postración que le acarreará serios problemas de salud que repercutirán en su matrimonio.

Después de “El ocaso del samurái” (2002) y “The Hidden Blade” (2004), Yoji Yamada cierra con “Love and Honor” su particular trilogía en torno a la figura del samurái en su vertiente crepuscular.

Por tercera vez, Yamada adapta un relato del contador de historias japonés Shuehi Fujisawa, bordando en imágenes las postrimerías profesionales de los duchos en el manejo de la catana, incorporando en esta ocasión la celera y venganza de un honorable e invidente guerrero.

“Love and Honor” es una tragedia no exenta de pinceladas de ironía, a través de la cual ridiculiza la indigna tarea del samurái como catador de venenos, a semejanza de lo que ocurría en “The Hidden Blade” con la introducción de las armas de fuego en el arsenal nipón.

Nuevamente, Yamada hila fino el fotograma estudiando su composición, moviendo suavemente la cámara, encuadrando milimétricamente cada secuencia y colocando el objetivo de la cámara “a la altura de la cabeza de un perro” para poder filmar a los intérpretes clavados de hinojos sobre las tarimas de las distintas estancias en las que transcurre la acción.

Si en “The Hidden Blade” llamaba la atención el detalle de un estilete, en “Love and Honor” el objeto que queda en la retina del respetable es una curiosísima plancha de la época utilizada por la amantísima esposa del protagonista.

La narración de “Love and Honor”, al igual que las dos cintas anteriores, se desliza sin estridencias, predomina el sosiego en su ritmo, no sufre de altibajos y su curso dirige al espectador a un reconciliador y límpido epílogo de amor y honor, respectivamente.

Alberto Alcázar