• Por AlohaCriticón

tercera identidad cartel pelicula poster movie a different loyaltyDireccion: Marek Kanievska.
Intérpretes: Sharon Stone, Rupert Everett, Julian Wadham, Michael Cochrane.


Londres, 1951.
Los servicios secretos han detectado la presencia de agentes soviéticos infiltrados en la cúpula del espionaje británico.
Persuadidos del descubrimiento, los espías rusos deciden poner tierra de por medio. Uno de los máximos responsables en aquel momento, Leo Caufield (Ruper Everett), es cesado, trasladándose a Beirut como periodista.
Allí conocerá a Sally (Sharon Stone), que será testigo y víctima de las consecuencias del pasado de Leo.

Después de la notable producción, “Donde Esté El Dinero” (2000), en la que Paul Newman y Linda Florentino lograban un alto grado de complicidad y nos brindaban un variado recital interpretativo, Marek Kanievska nos ofrece en esta ocasión una copia prácticamente idéntica a su primera película, “Otro País” (1984) que, precisamente, también protagonizaba Rupert Everett.

En “Tercera identidad”, parece como si Kanievska quisiera mejorar el material ya expuesto en “Otro País”. Y, en este sentido, hay que afirmar que lo consigue.




Kanievska, con este trabajo, alcanza ese punto de cine digno y, a la vez, de calidad.
Para ello se apoya en un rodaje con unos exteriores deslumbrantes y en una pareja que, aunque a primera vista pudiera resultar chocante, lo cierto es que funciona.

Por un lado, Everett, desplazado de sus ya tradicionales y reiterativos papeles ambiguos, y por otro, Sharon Stone que exhibe sus dotes interpretativas de primerísima actriz y demuestra que es una mujer con algo más que un cruce de piernas (de hecho ya lo había manifestado en “Casino” (1995)).

Además, en “Tercera Identidad” podemos encontrar otros lugares típicamente cinematográficos, como la llegada de Stone a Moscú, una secuencia inversa pero calcada al famoso epílogo de “Casablanca” (1942). O bien, las imágenes con las que se deleita Everett de “El Rey Lear” (1970), de Grigori Kozintsev, y de cuyo guión, Kanievska extrae un precioso fragmento que, a manera de “siempre nos quedará París”, Everett le declama a Stone: “¡No, no, no! ¡A la prisión! ¡Ven! ¡Vamos!. Allí cantaremos solos como pájaros enjaulados. Cuando pidas que te bendiga, arrodillado imploraré tu perdón; y, así, viviremos, y cantaremos, y rezaremos, y contaremos viejos cuentos y nos reiremos de las mariposas de colores…”

Alberto Alcázar

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