Dirección: Ramin Bahrani.
Intérpretes: Ahmad Razvi, Leticia Dolera, Charles Daniel Sandoval, Ali Reza.
Ahmad (Ahmad Razvi) es un trabajador de la noche: desde las tres de la mañana debe tirar de su carro, que coloca en una esquina asignada de la mole urbana de Nueva York, para vender los desayunos que se tercien. Ahmad se encuentra en la necesidad de conseguir dólares de donde sea para hacerse con la propiedad del carro y poder buscar un refugio para su hijo, huérfano de madre y al amparo de una hostil suegra.
Dice Ramin Bahrani, el director de “Un café en cualquier esquina”, que para la realización de la película se inspiró en una teoría del absurdo que desarrolló Albert Camus en su obra, “El mito de Sísifo”. Sin embargo, si Bahrani hubiera declarado que las musas le llegaron de Italia, más concretamente del neorrealismo de De Sica, no habría faltado a la verdad, en cuanto uno no puede sino acordarse del buque insignia del citado movimiento surgido tras el segundo gran conflicto mundial.
El protagonista, Ahmad Razvi, al igual que su ilustre precedente, Lamberto Maggiorani, sin experiencia cinematográfica, interpreta a un vendedor de desayunos pakistaní que, con la bombona de su carro en una mano y una bolsa de casposas películas para colocar a los transeúntes en la otra, deambula por un Nueva York nocturno intentando embolsarse unos cuartos.
En esta ocasión, la melancólica imagen del obrero y la bicicleta se sustituiría por la del musulmán tirando de su remolque en las noches neoyorquinas repletas de “yellow cabs”.
Otro rasgo en común con la cinta de De Sica estriba en que, si en ésta la acción se situaba en la más inmediata posguerra, no está lejos de ella el presente título que se comenta, ya que su rodaje se inició poco después del fatídico ataque a la Torres Gemelas.
“Un café en cualquier esquina” supone el segundo largometraje de Ramin Bahrani, un joven director estadounidense con orígenes iraníes que, si bien no logra un trabajo redondo en esta ocasión, apunta maneras para próximos retos.
Alberto Alcázar
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