Dirección: Duncan Jones.
Intérpretes: Sam Rockwell, Dominique McElligott, Kaya Scodelario, Malcolm Stewart.
Con guión de Duncan Jones y Nathan Parker (“Blitz”).
Sinopsis
Sam Bell (Sam Rockwell) es un astronauta que lleva tres años trabajando en la Luna junto un robot llamado Gerty intentando obtener un gas que atenúe la crisis de energía que sufre la Tierra. Cuando termina su trabajo, Bell comienza a percibir extrañas alucinaciones.
Crítica
Zowie, el hijo de David Bowie (y de Angie), ha crecido, se ha convertido en Duncan Jones y no ha perdido el tiempo. Estudió filosofía y cine, y ha debutado como director de largometrajes con “Moon”, una historia nada original que para bien, y provocando un aplauso general un tanto complaciente, aparca tanto efecto cansino, tanto ruido molesto, tanta precipitación insufrible y tanta tiranía de ordenador para configurar su historia de forma pausada con centro en los personajes, en este caso un Sam Rockwell clonado que realiza una meritoria interpretación en un agradecido papel (papeles) como única referencia humana al margen de los flashbacks y alucinaciones.
Después de una introducción de tipo documental, la película nos traslada a una base minera lunar en donde trabaja Rockwell con la asistencia de un ordenador que en original tiene la voz de Kevin Spacey. No se oculta la influencia del “2001: Una Odisea Del Espacio” de Stanley Kubrick filtrado por Arthur C. Clarke, ni tampoco en su desarrollo de otras muchas películas estrenadas en los años 60 y 70, por ejemplo “Soylent Green”, distopía de Richard Fleischer con Charlton Heston, o “Naves Misteriosas”, una película de culto dirigida por Douglas Trumbull.
La historia de Jones gira en torno a ideas manifestadas con tono reflexivo y contemplativo. Las acciones son ligeras, los conflictos leves y los escenarios alternan la claustrofobia en interiores con estampas lunares exteriores que significan la soledad en un vasto espacio. El bajo presupuesto no es obstáculo para recrear tales escenarios con efectividad.
La película es un ejemplo mediano de ciencia-ficción psicológica con trazos sin inventiva de crítica a la explotación corporativa en donde se utiliza al ser humano sin un mínimo de ética con tal de lograr propósitos de lucro. Un poco demagógico y rutinario dentro del enfoque distópico con una también tópica relación hombre-máquina en tonos quejosos.
Es un drama psicológico con dosis de misterio cuyo reflejo monótono de la vida del astronauta se traspasa al espectador, cuya excitación intelectual y sensorial necesitaría una mayor gravedad y profundización en sus conflictos internos.
Los mensajes sobre identidad y soledad, deshumanización y locura tienen un tratamiento vago, evocando referencias al citado Clarke, a Joseph Conrad o a Stanislaw Lem.
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