• Por Antonio Méndez

sigur ros album review cover portadaCrítica

La experimentación post-rock de algunos grupos como estos islandeses Sigur Rós podrá cautivar a algunos con sus disposiciones noise-art-pop e irritar a otros con un coñazo insufrible de ruidos ambientales y texturas autocomplacientes.

Aunque bueno, siempre, y para bien, existe un término medio.

“Takk” (2005) es el cuarto disco del grupo y otro recorrido emocional a través de un mejunje entre art-pop, new age, música orquestal y ambientes psicoprogresivos con lujosos arreglos etéreo-espaciales.

Todo ello enfocado en la creación de atmósferas preciosistas-noise con voces andrógino-evocativas (en ocasiones fantasmagóricas y operísticas) en piezas lentas (muy extensas) con crescendos en clímax intensos a nivel sensorial, ornamentados con arreglos de cuerda, glockenspiel, celeste, pianos, trompetas…




sigur ros islandia banda fotoA veces el álbum resulta bastante aburrido, pretencioso, y repetitivo (en especial la voz, en muchas ocasiones bastante insoportable), y otras transmite una extraña sensación de placentera belleza en la exposición post-rock de pasajes sonoros que retratan escenarios relajantes, cautivadores, fríos pero emocionales, generados por una combinación de instrumentación experimental y voces ululantes.

Probablemente lo mejor del disco se encuentre en piezas como “Saeglopur”, con un sencillo piano y un glockenspiel que parece simular gotas de lluvia.

El desarrollo del tema alcanza en su crescendo momentos de épica emocional con la percusión, el fondo noise, la intensa voz de Jonsi Birgisson y los épicos arreglos de cuerda.




La balada “Hoppipolla”, contiene también bellos pianos y un concepto pop (orquestal) más asequible para los menos gustosos de la experimentación

“Glosoli”, es como mezclar a Enya con My Bloody Valentine y el desfile del ejército ruso por la Plaza Roja, mientras que “Sé Lest” tiene una interesante sonoridad con xilófono y celeste, un desarrollo bastante pelmazo y una parte final divertida en plan dixieland.

“Gong” es otro de los cortes más escuchables (por lo menos no dura doce minutos en un desarrollo onanista), con una melodía dream-pop, elegantes cuerdas, una suave batería, guitarras jangle y la voz afectada, caricaturesca e insufrible de siempre intentando transferirnos emocionalidad en crescendo.
Lo conseguirá con algunos. Les estremecerá. Les fascinará.
A mí me termina hastiando tanta pomposidad, tanta grandilocuencia repetitiva.