• Por AlohaCriticón

EL INFIERNO DEL ODIO (1963)

Dirección: Akira Kurosawa.

Intérpretes: Toshiro Mifune, Kyoko Kagawa, Yutaka Sada, Takashi Shimura.

En el momento en que el empresario zapatero Gondo (Toshiro Mifune) está a punto de garantizar el futuro de su empresa, recibe la noticia de que su hijo ha sido secuestrado y que el rescate exigido es una cantidad de dinero parecida a la que había reunido para finalizar la operación comercial.

Una vez descubre que el secuestrador se ha equivocado de niño y ha secuestrado al hijo de su chofer deberá decidir si emplea el dinero en salvar la vida del pequeño o garantizar la prosperidad de su empresa…

A la hora de citar las obras más relevantes del maestro Kurosawa pocas veces se menciona este espléndido thriller policíaco repleto de complejas reflexiones acerca de la justicia, las desigualdades sociales y el rencor.

La película combina de manera soberbia el drama y el thriller en dos partes bien diferenciadas, sin que ello suponga que la obra pierda homogeneidad en su conjunto.

La primera parte constituye la gran carga dramática del film con un planteamiento de un enorme calado moral. Kurosawa muestra el dilema sin posicionarse claramente, dejándolo abierto a la reflexión del espectador, valiéndose para ello de un estilo antienfático.

En este sentido sobresale el perfecto manejo de los planos generales y de conjunto, en los que consigue una enorme intensidad gracias al sabio manejo del tempo narrativo (trepidante el ritmo en esta parte), a las intensas interpretaciones de todo el reparto y a una puesta en escena agónica y claustrofóbica.

La segunda parte del film, que desmenuza el proceso de investigación de la policía para atrapar al secuestrador, tiene el sabor de los grandes clásicos del género negro americano.

La maestría del director japonés queda una vez más patente en una segunda mitad de largometraje que se convierte en una intrincada trama policial gracias a un cuidado y sólido guión que no da lugar a la improvisación ni de los perseguidores ni del perseguido.

De nuevo el preciso manejo de los tiempos resulta clave al dosificar de manera excepcional los avances de la investigación hasta llegar a la larga y espectacular secuencia de la persecución, en la que es de justicia resaltar el trabajo de puesta en escena, fotografía y ambientación sonora.

El epílogo del film supone un sombrío y reflexivo final que ahonda en las desigualdades sociales, la envidia y la deshumanización.

El resultado es una película excepcional y compleja en su contenido, que revisa las motivaciones características del cine negro y de sus personajes, dotándolas de una carga moral más profunda y oscura.

Carlos M. Ortega

Puntuación

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