El chef con aspiraciones de filósofo Pedro Bon-Bon vive en una casa situada en un callejón sin salida. Una noche invernal de tormenta, mientras descansa en su sofá junto a su gran perro, en su casa aparece el mismísimo diablo. Ambos charlan sobre las almas de los filósofos.
Crítica
Pedro (o Pierre) Bon-Bon es lo que llamaríamos un filósofo de bar. En su restaurante, mientras bebe a espuertas, se jacta de parolear de metafísica y jactarse de trascendencia, pero con el diablo va a ser diferente.
Edgar Allan Poe creó a Bon-Bon en el año 1832 en un relato corto que en principio se llamó “The Bargain Lost”.
Lo más sobresaliente del texto son las descripciones de personajes y ambientes, con un magistral retrato cómico de un diablo sin ojos, con múltiples colmillos, gafas verdes y un traje negro ceñidito de varias tallas menos que la suya. Vamos, a la moda actual… Luce también hebillas relucientes en los zapatos y coleta larga.
Poe, haciendo compartir vino a sus dos personajes, crea un diálogo entre Bon-Bon y Satán en el que mentan a conocidos filósofos y/o escritores… Aristóteles, Platón, Epicuro, Terencio, Plauto… según el propio demonio, ignorantes y meros escribas de sus ideas; a la par que se enredan en disquisiciones sobre la naturaleza del alma y el negocio de venderla o comerla.
Al margen del gran talento del bostoniano para la creación atmosférica, la situación de pretendido humor y sátira al pedante necio del relato no resulta muy graciosa, y el encuentro mefistofélico, simpático y de cierta singularidad, se queda en anécdota…. hay almas que valer no valen ni para estofado.