Crítica
Nos traslada a comienzos del siglo XII el escritor Jorge Molist con esta novela, “La Reina Oculta”, historia de una joven amenazada por un malvado abad que ha iniciado una cruzada en Europa para terminar con los herejes y recuperar unos papeles clave para el futuro de la Iglesia católica.
Tan de moda entre los amigos de los best-sellers, la propuesta de Molist es una de tantas intrigas religioso-medievales que se ubican más en el enfoque medievalista que podrían tener un George Lucas o un Steven Spielberg (también un Walter Scott) que en el aportado por un Claudio Sánchez Albornoz o un Luis Suárez (por supuesto no el ex futbolista gallego del Inter o el Barcelona, sino el historiador asturiano).
Es indudable la supremacía del poder de la alta cúpula religiosa del medievo, dominador y “enmiedador” (en ocasiones también “enmerdador”) de sus diferentes áreas socioculturales y económicas. Pero esta característica, como ocurre aquí en momentos, es llevada al sensacionalismo por gran parte de los escritores bestsellerianos, que retratan un escenario excesivamente maniqueo, simple y hasta pueril.
Entre múltiples “ojos humedecidos en lágrimas” (son incontables los momentos de plañiderismo insulso), personajes de tebeo y dudas amorosas de adolescente, seguimos un triángulo amoroso un tanto tópico, con los católicos malos malísimos, los cátaros en plan hippies vegetariano-buenistas, y una casa de los placeres que ríase usted de Just Jaeckin y sus historias softcore.
El giro final, que introduce elementos fantásticos nada más y nada menos que con la presencia mítico-judía del golem y la ya clásica fabulación de la herencia dinástica de un seminal Jesucristo, parece más un cruce entre Jesús Franco y Joseph Berna que otra cosa, terminando los capítulos en un relamido tono de ecos Kathleen Woodiwiss-Disney.
A pesar de sus limitaciones, no deja de estar correctamente documentada, con un anexo que incluye conceptos de la época, reseñas sobre los personajes reales y de ficción que pululan por la historia, y varios mapas y planos que ayudan a situar y visualizar las peripecias de los protagonistas.
Además resulta de muy fácil lectura, y la narración es ágil, con alternancias de perspectivas que viajan de la objetividad de la tercera persona a la subjetividad de primera persona en boca de la mujer protagonista.