• Por AlohaCriticón

don juan tenorio jose zorrillaSinopsis

En la ciudad de Sevilla, Don Juan Tenorio ha hecho una apuesta con Don Luis Mejía, consistente en saber quién de los dos ha tenido mejor fortuna obrando de peores maneras.
Tras comprobar que ambos han realizado el mismo número de fechorías se hace un nueva envite: Don Juan tendrá que conquistar el amor de una novicia y una doncella en vísperas de matrimonio.

El “Don Juan Tenorio” de José Zorrilla es la personificación literaria más popular que se ha hecho del legendario personaje Don Juan, que ya había sido inmortalizado con anterioridad por grandes escritores como Tirso de Molina, Lord Byron o Moliere.




En esta obra teatral, Zorrilla, con una hermosa capacidad poética y un estupendo perfilado de caracteres y situaciones, muestra un protagonista rebelde y libertino pero también piadoso y redimido, paradigma del héroe romántico.

Leamos un conocido fragmento:

Cálmate, pues, vida mía;
reposa aquí, y un momento
olvida de tu convento
la triste cárcel sombría.

¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor?

Esta aura que vaga llena
de los sencillos olores
de las campesinas flores
que brota esa orilla amena;
esa agua limpia y serena
que atraviesa sin temor
la barca del pescador
que espera cantando el día,
¿no es cierto, paloma mía,
que está respirando amor?




Esa armonía que el viento
recoge entre esos millares
de floridos olivares,
que agita con manso aliento;
ese dulcísimo acento
con que trina el ruiseñor
de sus copas morador,
llamando al cercano día,
¿no es verdad, gacela mía,
que están respirando amor?

Y estas palabras que están
filtrando insensiblemente
tu corazón, ya pendiente
de los labios de don Juan,
y cuyas ideas van
inflamando en su interior
un fuego germinador
no encendido todavía,
¿no es verdad, estrella mía,
que están respirando amor?

Y esas dos líquidas perlas
que se desprenden tranquilas
de tus radiantes pupilas
convidándome a beberlas,
evaporarse a no verlas
de sí mismas al calor,
y ese encendido rubor
que en tu semblante no había,
¿no es verdad, hermosa mía,
que están respirando amor?

¡ Oh ! Sí, bellísima Inés,
espejo y luz de mis ojos,
escucharme sin enojos
como lo haces, amor es;
mira aquí a tus plantas, pues,
todo el altivo rigor
de este corazón traidor
que rendirse no creía,
adorando, vida mía,
la esclavitud de tu amor.

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