Dirección: Julian Jarrold.
Intérpretes: Anne Hathaway, James McAvoy, Julie Walters, James Cromwell.
Inglaterra, año 1795. Jane (Anne Hathaway), la joven hija del reverendo Austen (James Cromwell) y su esposa (Julie Walters), ansía casarse por amor. Mientras tanto, sus progenitores desean un compromiso con el noble Wisley (Laurence Fox) para poder mediante ese enlace elevar su estatus social.
En medio de tal disyuntiva aparece Tom Lefroy (James McAvoy), un muchacho irlaNdés con el que Jane va agrandando su talento natural para la literatura.
Jane Austen fue una mujer audaz, indefiniblemente brillante y exquisitamente expresiva; en sus escritos podía dar a entender la más grande pasión sin necesidad de citar un beso, inclusive sin mencionar la palabra “amor”, era dueña del mimetismo y el refinamiento.
“Becoming Jane” no es la vida de Jane Austen, no del todo; esta producción cuya manufactura es similar a la de “Shakespeare enamorado”, nos habla de una Jane expresiva, inteligente, irónica y con un elegante toque de mordacidad, llena de vida e intriga femenil, podemos sentir en el guión a la imprescindible Elizabeth Bennet, así como a la intrigante Emma Woodhouse. Me ha venido a la mente la frescura inigualable de la escritora con sus variados personajes, tanto femeninos como masculinos.
La película se ha inspirado en el libro homónimo de Jon Spence, un investigador dedicado a la vida de los Austen, enuncia que el libro no es precisamente una biografía, sino una recopilación de cartas y testamentos, una especulación de la elocuente vida de la escritora, cuya existencia se ve impresa en sus novelas.
Los guionistas Kevin Hood y Sarah Williams, ambos neófitos en el arte de la escritura, demuestran aptitudes para evocar a la escritora británica y su conducta jovial e inteligentes diálogos, delinean con cierta habilidad las personalidades que le rodearon, destacando sus padres y su hermana Casandra.
La producción brilla indudablemente en sus aspectos técnicos, con una fotografía esplendorosa y apacible, un vestuario de alta costura y una dirección artística que se encarga de crear una atmósfera innegablemente similar a la escritura de esta gran mujer, el maquillaje es aceptable, la banda sonora es notable. Y aunque podemos citar una odiosa comparación con producciones como “Orgullo y prejuicio” o “Sentido y sensibilidad”, donde todo lo anterior es ligeramente superior, es estimable esta producción por su espíritu innegable de naturalidad.
En conjunto, es una obra alucinante de elegancia mesurada con una fiel adaptación de la época, así como los pensamientos, tendencias y conductas propias de la sociedad.
No obstante, el encuentro de Jane Austen con el joven Tom Lefroy, ha sido registrado como un arranque de pasión al cual le ha faltado mayor refinamiento, pudiendo decir que a la historia se le anexa una variedad de eventos poco fidedignos.
Anne Hathaway, llena de gracia y carisma, interpreta el papel de la escritora, en algunos momentos podemos llegar a pensar que le ha quedado grande el personaje, sin embargo sobresale con gran decoro y astucia. Julie Walters, como madre, puede llegar a eclipsar a la protagonista con los ágiles diálogos que le han otorgado, acompañada por el brillante James Cromwell y la espléndida Maggie Smith, la cual sencillamente se postra en un carruaje y sentimos que ha sido “madame” toda una vida.
Es reconocible el ímpetu de esta producción y su dedicado montaje, siendo necesario aclarar que no nos encontramos ante un biopic, ya que no es una imagen fidedigna de lo que ha sido Jane Austen, sin embargo es una versión apaciblemente permisible, llena de magia y romance.
Lucio Rogelio Avila Moreno
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