Michel Djerzinsky es un biólogo nuclear de prestigio cuya vida personal se significa por la indiferencia y la apatía.
Por el contrario, su hermanastro Bruno Clement, un profesor y escritor abandonado en su infancia por su madre al igual que Michel, vive una existencia hedonista.
Crítica
El francés Michel Houellebecq logró la fama internacional con este pretencioso libro de 1998 que mezcla de forma anárquica la novela con el ensayo, fusionando influencias del Marqués de Sade, de Céline o de Aldous Huxley en una mixtura entre pornografía, filosofía y distopía.
El libro, narrado en tercera persona, sigue las vidas en paralelo, con puntuales encuentros, de dos hermanastros muy diferentes: Michel y Bruno.
Casi todas sus correrías se centran en el contraste de personalidades y en sus conflictos de carácter sexual y excitación/apatía física; con recursos constantes y gratuitos en torno a la jodienda o las ansias de la misma con el hedonismo como fin vital.
Este fundamento sexual, con base autobiográfica, se adorna con ínfulas cientificistas sobre genética o física atómica; y reflexiones dispersas, contraculturales, narcisistas, típicas de iluminado hombre nuevo; todo ello con un tono de desencanto y desilusión post-generación del 68 de pose hippiesca.
La historia, muy redundante y con un enfoque que alterna la puerilidad con la pedantería, no aburre a pesar de su desestructuración; tiene momentos simpáticos, otros cargantes; y se agradece la incorrección política que a veces manifiesta su autor en su descripción fatal de la civilización del ocio.