• Por Antonio Méndez

el sombrero de tres picos pedro antonio de alarcon libro book“El Sombrero De Tres Picos” es una divertida historia que supone el título más conocido de Pedro Antonio de Alarcón.
Crea una ingeniosa trama de enredo amoroso con humor, ironía, y un simpático catálogo de personajes que configura un agudo retrato social de la época en la que transcurre la acción.
El libro, con trazos costumbristas, narra las ansias de un comendador por conseguir los favores sentimentales de una atractiva molinera.

Leamos un breve fragmento:

Comenzaba este largo siglo, que ya va de vencida. No se sabe fijamente el año: sólo consta que era después del de 4 y antes del de 8.
Reinaba, pues, todavía en España don Carlos IV de Borbón, por la gracia de Dios, según las monedas, y por olvido o gracia especial de Bonaparte, según los boletines franceses…..
…Había cerca de la ciudad un famoso molino harinero (que ya no existe), situado como a un cuarto de legua de la población, entre el pie de suave colina poblada de guindos y cerezos y una fertilísima huerta que servía de margen (y algunas veces de lecho) al titular intermitente y traicionero río.
Por varias y diversas razones, hacía ya algún tiempo que aquel molino era el predilecto punto de llegada y descanso de los paseantes más caracterizados de la mencionada ciudad…..
…La última y acaso más poderosa razón que tenía el “señorío” de la ciudad para frecuentar por las tardes el molino del tío Lucas, era…que, así los clérigos como los seglares, empezando por el señor Obispo y el señor corregidor, podían contemplar allí a sus anchas una de las obras más bellas, graciosas y admirables que hayan salido jamás de las manos de Dios, llamado entonces el “Ser Supremo” por Jovellanos y toda la escuela afrancesada de nuestro país.
Esta obra… se denominaba “la señá Frasquita”.
Empiezo por responderos de que la señá Frasquita, legítima esposa del tío Lucas, era una mujer de bien, y de que así lo sabían todos los ilustres visitantes del molino. Digo más: ninguno de éstos daba muestras de considerarla con ojos de varón ni con trastienda pecaminosa.
Admirábanla, sí, y requebrábanla en ocasiones (delante de su marido, por supuesto), lo mismo los frailes que los caballeros, los canónigos que los golillas, como un prodigio de belleza que honraba a su Criador, y como una diablesa de travesura y coquetería, que alegraba inocentemente los espíritus más melancólicos………….