• Por AlohaCriticón

cantico espiritual san juan de la cruzSan Juan de la Cruz es uno de los grandes místicos literarios de todos los tiempos y este título una de sus obras imprescindibles, en la que expone con sublime belleza el tránsito del alma hacia su unión con Dios, el encuentro simbólico entre el amado y la amada.

Casi la totalidad de este cántico fue escrito en su cautiverio en el Convento de los Calzados de Toledo.




Leamos esta obra:

ESPOSA

¿Adónde te escondiste,
amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras tí clamando, ¡y eras ido!
Pastores, los que fuerdes
allá por las majadas al otero,
si por ventura vierdes
aquel que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.
Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.




PREGUNTA A LAS CRIATURAS

¡Oh bosques y espesuras
plantadas por la mano del amado!
¡Oh prado de verduras
de flores esmaltado,
decid si por vosotros ha pasado!

RESPUESTA DE LAS CRIATURAS

Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura,
y, yéndolos mirando,
con sola su figura
vestidos los dejó de hermosura.




ESPOSA

¡Ay!, ¿quién podrá sanarme?
Acaba de entregarte ya de vero.
No quieras enviarme
de hoy más ya mensajero:
que no saben decirme lo que quiero.
Y todos cuantos vagan
de ti me van mil gracias refiriendo,
y todos más me llagan,
y déjame muriendo
un no se qué que quedan balbuciendo.
Mas, ¿cómo perseveras,
¡oh vida!, no viviendo donde vives,
y haciendo porque mueras
las flechas que recibes
de lo que del amado en ti concibes?
¿Por qué, pues has llagado
aqueste corazón, no le sanaste?
Y, pues me lo has robado,
¿por qué así lo dejaste
y no tomas el robo que robaste?
Apaga mis enojos,
pues que ninguno basta a deshacellos,
y veánte mis ojos,
pues eres lumbre dellos,
y solo para ti quiero tenellos.
Descubre tu presencia,
y máteme tu vista y hermosura,
mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura.
¡Oh cristalina fuente,
si en esos tus semblantes plateados
formases de repente
los ojos deseados
que tengo en mis entrañas dibujados!
¡Apártalos, amado
que voy de vuelo!




ESPOSO

Vuélvete, paloma,
que el ciervo vulnerado
por el otero asoma
al aire de tu vuelo y fresco toma.

ESPOSA

Mi amado, las montañas,
los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonorosos,
el silbo de los aires amorosos.
La noche sosegada
en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora.
Nuestro lecho florido,
de cuevas de leones enlazado,
en púrpura tendido,
de paz edificado,
de mil escudos de oro coronado.
A zaga de tu huella
las jóvenes discurren al camino,
al toque de centella,
al adobado vino
emisiones de bálsamo divino.
En la interior bodega
de mi amado bebí, y cuando salía
por toda esta vega,
ya cosa no sabía,
y el ganado perdí que antes seguía.
Allí me dio su pecho,
allí me enseñó ciencia muy sabrosa,
y yo le dí de hecho
a mí, sin dejar cosa;
allí le prometí de ser su esposa.
Mi alma se ha empleado
y todo su caudal en su servicio.
Ya no guardo ganado
ni ya tengo otro oficio,
que ya sólo en amar es mi ejercicio.
Pues ya si en el ejido
de hoy más no fuera vista ni hallada,
diréis que me he perdido;
que, andando enamorada,
me hice perdidiza, y fui ganada,
De flores y esmeraldas,
en las frescas mañanas escogidas,
haremos las guirnaldas,
en tu amor florecidas
y en un cabello mío entretejidas.
En solo aquel cabello
que en mi cuello volar consideraste,
mirástele en mi cuello
y en él preso quedaste, a
y en uno de mis ojos te llagaste.
Cuándo tú me mirabas,
su gracia en mí tus ojos imprimían,
por eso me adamabas,
y en eso merecías,
los míos adorar lo que en tí vían,
No quieras despreciarme,
que, si color moreno en mi hallaste,
ya bien puedes mirarme
después que me miraste,
que gracia y hermosura en mi dejaste.
Cazadnos las raposas,
que está ya florecida nuestra viña,
en tanto que de rosas
hacemos una piña,
y no parezca nadie en la montiña.
¡Detente, cierzo muerto!
¡Ven, austro, que recuerdas los amores,
aspira por mi huerto
y corran sus olores,
y pacerá el amado entre las flores!




ESPOSO

Entrado se ha la esposa
en el ameno huerto deseado,
y a su sabor reposa,
el cuello reclinado
sobre los dulces brazos del amado.
Debajo del manzano,
allí conmigo fuiste desposada;
allí te dí la mano,
y fuiste reparada
donde tu madre fuera violada.
A las aves ligeras,
leones, ciervos, gamos saltadores,
montes, valles, riberas,
aguas, aires, ardores
y miedos de las noches veladores;
Por las amenas liras
y canto de serenas os conjuro
que cesen vuestras iras
y no toquéis al muro,
por que la esposa duerma más seguro.

ESPOSA

¡Oh ninfas de Judea!.
en tanto que en las flores y rosales
el ámbar perfumea,
morá en los arrabales,
y no queráis tocar nuestros umbrales.
Escóndete carillo,
y mira con tu haz a las montañas,
y no quieras decillo;
mas miras las compañas
de la que va por ínsulas extrañas.




ESPOSO

La blanca palomita
al arca con el ramo se ha tornado.
y ya la tortolica
al socio deseado
en las riberas verdes ha hallado.
En soledad vivía,
y en soledad ha puesto ya su nido,
y en soledad la guía
a solas su querido,
también en soledad de amor herido.

ESPOSA

Gocémonos, amado,
y vámonos a ver en tu hermosura
al monte o al collado,
do mana el agua pura;
entremos más adentro en la espesura.
Y luego a las subidas
cavernas de la piedra nos iremos,
que están bien escondidas,
y allí nos entraremos,
y el mosto de granadas gustaremos.
Allí me mostrarías
aquello que mi alma pretendía,
y luego me darías
allí tú, vida mia,
aquello que me diste el otro día:
El aspirar del aire,
el canto de la dulce filomena,
el soto y su donaire
en la noche serena,
con llama que cosume y no da pena.
Que nadie lo miraba
Aminadab tampoco parecía,
y el cerco sosegaba,
y la caballería,
a vista de las aguas descendía.