• Por Antonio Méndez

asesinos sin rostro henning mankell novelasCrítica

Admirador de John Le Carré y de William Shakespeare, en especial de “Macbeth” -obra que el propio Mankell define como el mejor texto criminal de todos los tiempos-, con resonancias, por supuesto, de la pareja Maj Sjöwall y Per Wahlöö, este autor sueco de corazón africano se reveló en los años 70 en su país como uno de los novelistas de género más importantes.

Más allá de sus fronteras, Henning Mankell tuvo que esperar varios años para que sus historias, en particular las policiacas, encontrasen resonancia fuera del país escandinavo.

La culpa la tuvo el inspector jefe Kurt Wallander, un personaje de vida personal un tanto perjudicada, que no solamente es empleado por Mankell como referente principal de intrigas criminales, sino también para reflejar la sociedad que le rodea en el devenir de la causa que Wallander maneja.




Así, sus novelas, como esta “Asesinos Sin Rostro”, investigación sobre el brutal asesinato de dos ancianos en una granja, poseen el ingenio para crear una simple pero sólida trama criminal, siguiendo de manera minuciosa el proceso investigativo que va enganchando al lector gracias a un buen tino en el manejo del suspense y del empleo del crimen para observar las tripas de la sociedad sueca, y la sapiencia en la creación de un entrañable antihéroe policiaco, factor esencial para la valía integral de una novela en general, y de una novela negra en particular.

Junto a la aguda y agridulce perspectiva sobre el personaje central en su profesión y, especialmente, en su problemática vida privada, no exenta de clichés, y una aceptable consecución ambiental, el tema de la inmigración o la xenofobia son algunos de los asuntos encontrados en este relato policiaco de fácil lectura, el primero en el que aparecía este interesante inspector Wallander.

Más tarden aparecieron “Los Perros De Riga”, “La Leona Blanca” o “La Quinta Mujer”.