• Por Antonio Méndez

black sabbath master of reality portada coverCrítica

El tercer álbum de Black Sabbath es uno de los discos más importantes de su discografía ya que en sus surcos asentaban con rotundidad las raíces del heavy metal, embraveciendo aún más los sonidos rock ofertados en sus dos primeros LPs que tanto influenciaron a bandas y solistas coetáneos y posteriores como Soundgarden, Nirvana, Metallica, Alice In Chains o, entre muchos otros, Coal Chamber.

En este álbum se despojan de su presunta aura satánica abrazando posturas cristianas y ensalzando el amor y la paz como fundamento existencial.

Esto nos lleva a la conclusión de que el mundo macabro y misterioso de gran significación en su lírica, ensalzado por la oscuridad de sus atmósferas, simbolizaba más una expresión de angustia, evasión y rabia por la situación de su contexto que un proselitismo por la “causa” demoniaca.



Musicalmente se trata de un disco de rugosa y reiterada sonoridad, construcción compacta y estructuras muy similares.

Se inicia con la tos compulsiva de Tony Iommi y un enfático riff de máxima distorsión que define la pujanza de “Sweet Leaf”, toda una oda a la marihuana con Ozzy cantando a los beneficios proporcionados por la “hoja dulce”.


“After Forever” es una de las cumbres del album.
Espectacular, apremiante riff de Iommi, que domina una lírica de claro acercamiento cristiano, casi místico en su consideración sobre el contacto espiritual tras la muerte, con frases realmente sorprendentes como “he visto la luz y he cambiado mi comportamiento” o “… ¿tienes miedo de lo que tus amigos piensen de ti porque digas que crees en Dios?, antes de criticarte, se tendrían que dar cuenta de que Dios es el único camino para amar” o “abre tus ojos y date cuenta de que Él es el único”.

¿Una parodia en contra de los embites recibidos por satánicos?
Escuchados otros textos de la banda no parece ser ese el planteamiento e incluso se podría decir que la canción es un ataque contra los ateos.

“Embryo” se emparenta con el otro instrumental, “Orchid”, dos piezas de reminiscencias medievales y clásicas utilizadas como reposados y bonitos interludios.




“Children Of The Grave” es una de las canciones más conocidas del LP.

Dominada por la exaltada distorsión guitarrera y una cruda atmósfera, se describe el malestar generacional de la época y casi (aunque parezca increíble) se ensalzan los postulados hippies de paz y amor en un mundo caótico de odio y destrucción… “jóvenes del mundo, escuchad lo que voy a decir, si queréis un lugar mejor para vivir, ser valientes y mostrad al mundo que el amor está todavía vivo”, expresa Ozzy, que culmina el tema con sonoridades espectrales susurrando “children of the grave… children of the grave…”.


En “Lord Of This World” subrayan lo miserable del mundo terrestre desde la perspectiva del demonio, depositario de la maldad humana… “el mundo fue creado para ti por alguien superior pero escogiste la maldad en vez del amor, haciéndome el soberano de este mundo”.

De nuevo el tempo utilizado sirve para la consecución de un sentido dramático y lóbrego en su escenario sonoro.

“Solitude” no conecta demasiado con la temática del album pero es una hermosa balada cantada por Bill Ward y dotada de una tristeza absorbente en su narración de un amor perdido, tristeza acentuada por la utilización de una melancólica flauta.



El disco, el último producido por Rodger Bain para la banda, finaliza con “Into The Void”, con un riff y ritmo afín al de “Lord Of This World” pero de mayor excitación en su estructura.

Black Sabbath vuelven a arremeter contra un mundo tecnificado, violento y contaminado, anhelando de manera mística por un espacio exterior libre de odio y pecado: “deja la Tierra para Satán y sus esclavos, construyamos un mundo en donde el amor, la paz y la felicidad permanezcan para siempre”.