• Por Antonio Méndez

blackfield welcome to dna portada coverCrítica

El título no engaña. Welcome To My DNA. Posesivo singular.
El tercer disco de Blackfield, dúo formado por Aviv Geffen y Steven Wilson, parece una concepción singular del primero en vez de una configuración de ambos a pesar de la presencia vocal líder de Wilson en gran parte de los temas y su tarea como co-productor. Geffen se ocupa de la composición de casi todas las canciones y de los arreglos de todo el álbum, con alguna excepción conjunta y la presencia en la producción en una pieza del productor Trevor Horn.

La valía de Blackfield es transmitir con talento en la creación melódica y equilibrio en los arreglos una expresión frágil, de desamparo, melancólica, a través de una atmosférica y hermosa comunión entre soft pop, dream pop, el pop orquestal y el prog-rock.




Sus dos primeros discos son un prodigio de sensibilidad que crecen con cada audición. Este último, aunque no decepciona, resulta en una primera escucha más irregular con algunas melodías adocenadas FM y arreglos formulistas. Escuchemos el álbum por segunda vez…

“Glass House” es uno de sus mejores cortes con voz de Steven Wilson y composición de Aviv.
Adiós, paranoia, nos encontraremos otra vez…
La atmósfera sombría de esta balada resulta envolvente y nos traslada con afectividad a un escenario de alienación y protección en una casa de cristal… Mirando la vida desde fuera. Escondiendo los miedos… El piano suena como lágrimas o gotas de lluvia. Suaves punteos acústicos en la guitarra rítmica. Línea melancólica de guitarra eléctrica con poso blues. Arreglos de cuerdas. La intensidad emocional alcanza momentos sublimes con los delicados arreglos vocales.
Es una estupenda apertura de disco con ecos de los Pink Floyd de los 70 que se queda un poco corta. Necesitaría un desarrollo más épico que enfatizara la asociación entre las cuerdas y los coros.

Geffen canta “Go To Hell”.
Se reduce en la pieza a mandar al infierno a todo el mundo… Que os jodan a todos, no me importa ya nada, iros al infierno… Aviv se queda a gusto. El tempo es lento con un crescendo en el que suenan ráfagas de distorsión guitarrera y cuerdas ejecutadas por la London Session Orchestra.
La base rítmica se adorna con twang guitar y un elegante ritmo funk. Relleno provocativo.




“Rising Of The Tide” es un melódico corte con piano sobre ansiedad y huida ante una situación problemática.
Las guitarras suenan a soft rock setentero, siendo lo más destacado la melancólica parte instrumental del outro.

La única composición de Steven Wilson es “Waving”, pieza con rasgueos y punteos de guitarra acústica que en ocasiones suenan a mandolina.
Es una canción bastante floja con adornos de cuerdas y bases folk.
Pop-rock del montón impropio de un talento como Wilson.

“Far Away” es una balada con arpegios acústicos y arreglos de cuerda.
Hay partes melódicas de mérito y dulces combinaciones vocales pero en conjunto es una canción que no trasciende.

Mucho mejor es “Dissolving With The Night”, tema sobre la fugacidad de la vida con reflexión existencial.
Tiene esta pieza rasgos progresivos con un piano clásico, abarrocado, que puede recordar al melómano con pedigrí al Michael Brown de su etapa Montage mezclado con las cuerdas de la primera etapa de la Electric Light Orchestra cuando todavía estaba Roy Wood con Jeff Lynne.
La intensidad instrumental es creciente en esta notable canción.

“Blood” es casi un tema instrumental, ya que lo único que dicen es “Aquí viene la sangre”. Corte rítmico que emplea sonoridades muy diversas con tramos de folk oriental, potente percusión, guitarras distorsionadas hard rock, jangle guitar, cuerdas… La mezcla de la canción es muy apreciable y cuenta con la colaboración del músico Yankale Segal tocando el saz.




En la balada “On The Plane” se crea un ambiente de lluvia girando sobre la figura de un niño en introspección que desea la vuelta de su padre desaparecido. Trémulas guitarras, sutil uso del Hammond y slide guitar en una aburrida mezcla acústica y eléctrica.
Un tema plano, sin singularidad.

“Oxygen” es la canción que produce Trevor Horn para este disco. ¿Qué pinta Trevor Horn con Steven Wilson?… Bueno.
Es un medio tiempo jangle pop con distorsión vocal efecto altavoz y texto apocalíptico. Al igual que el anterior, es un formulista tema FM que tanto podrían cantar Blackfield como el cantante pop-rock de éxito radiofórmula.




“Zigota” levanta sin demasiada excitación el disco. Aquí hay ligeros trazos prog-rock sin excesivas ínfulas sobre bases pop-rock y un enfoque de oscura canción de cuna. De nuevo hay huellas de Pink Floyd.
El texto aborda la muerte como inevitable en una pieza lenta un tanto rutinaria con ligero fondo de vocoder en algún tramo. El outro endurece la instrumentación hacia sonidos rock con guitarras potentes y ritmo funk antes de terminar con un efecto de fin de viaje espacial. Fin de la vida.

Si la apertura “Glass House” era de lo mejor del disco, su cierre, “DNA”, es de lo peor, con una monótona balada acústica con arreglos de cuerda y el dúo en armonías vocales.

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