• Por Antonio Méndez

Sean O’Hagan es un refinado del mejor pop, siendo su principal referencia el Brian Wilson de finales de los años 60 no cabe duda de su querencia por las melodías distinguidas, las voces celestiales, los arreglos elegantes y delicados…

Con sus High Llamas ha legado una serie de discos magníficos, que se amplían con este “Can Cladders”, una delicia de álbum en donde O’Hagan se muestran tan heredero de Brian Wilson como de Curt Boettcher y sus Sagittarius y Millennium.

Editado en el sello independiente Drag City de Dan Osborn y Dan Koretzky, el trabajo es un disco psico-pop-lounge que gustará a los que posean la sensibilidad necesaria para degustar estas dulces píldoras que nos llevan al año 66 o 67, con lugar tanto para Boettcher, Wilson o Esquivel, sin olvidar a reflejos de bossa nova, y las caricias pop de los Association, Sunshine Company, Burt Bacharach o los Free Design.

Melodías suaves, encantadoras, tonos conscientemente inocentes, voces sedosas con juegos vocales en donde conviven expresiones masculinas y femeninas, tempos rítmicos cálidos, y arreglos orquestales de lujo, con arpas, violines, pianos…

Algunas de las maravillas del disco son “The Old Spring Town”, con intro de violines y un órgano dando paso a una pieza de hermosa melodía, vivo ritmo, arreglos sofisticados y una asociación vocal que podrían firmar los Association o Free Design; “A Winter’s Day”, con coros femeninos soul a lo Motown; “Dorothy Ashby”, con sonidos de arpa requebrando la melodía soft-pop; o “Sailing Bells” y “Rollin”, caramelos pops boettcherianos con delicadas armonías vocales.

Todo un placer para oídos exquisitos, gente con sensiblidad, gustosos de la mejor era del pop vocal-barroco-orquestal.

Puntuación

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