Crítica
Tercer álbum de Los Campesinos, un grupo galés cada vez más pretencioso en su afán de crear piezas de art-rock-punk con enfoque experimental.
El disco es melódicamente romo, emocionalmente escaso y prioriza un enfoque jam con mejunje ruidista de sonidos recargados, sobreproducidos, con voces ansioso-bullangueras y ritmos dinámicos que copian de las bandas post-punk, el art rock y el noise pop.
En sus canciones se alternan capas de sintetizadores con arreglos orquestales, distorsión, guitarras fracturadas, bajos intensos y armonías desaliñadas que combinan voces monótonas femeninas y masculinas.
En ocasiones no suena mal, como por ejemplo en “Plan A”, con trazas incluso de heavy metal, o en “There Are Listed Buildings”, en donde se escuchan unos desenfadados coros papapapa, pero por lo general resultan aburridos, indiferentes y autocomplacientes, sin un tema de trascendencia real.