• Por AlohaCriticón

En la música indie española el sevillano Sr. Chinarro (o Antonio Luque) se ha ganado merecida reputación gracias a discos como “El porqué de mis peinados” o “Noséqué-Nosécuántos”.

Dentro de la escasez en cuanto a propuestas de empaque en el mercado hispano (indie, no indie o presuntamente indie) la verdad es que sus trabajos no resultan despreciables, poseen textos de cierto calado poético, aunque en ocasiones gratuitamente crípticos-disfrazadores, y resultan suficientemente válidos en su expresión sonora con ecos de los Smiths, The Cure o La Dama se Esconde, sin olvidar ascendencias telúricas andaluzas en poética y música.

Con un cubo de Rubik en portada, este “El mundo según” ofrece un trabajo de melodías cálidas con interesantes disposiciones líricas expresadas en tonos escépticos, melancólicos e irónicos, límpidas guitarras que tañen sus cuerdas adornadas con lujosos arreglos, cáusticas e inocentes relaciones punteadas por ritmos de instrumentación acústica, aromas folk de ambientes lúdicos y/o asilvestrados…

Su voz en ocasiones somete el disco a una monotonía poco cómoda que desbarata en ocasiones su poética independiente, pero en conjunto en la escucha del álbum pervive un sentimiento placentero gracias a cortes tan brillantes como “La decoración” o “Ángela”, agitadas piezas de intensos ritmos, melodías sobresalientes, originales imágenes de recreación ambiental urbana cuando no de arenales con evocación a la pérfida pero entrañable Angela Channing, y guitarras repicantes que recuerdan tanto al Johnny Marr de los Smiths como a la mágica poética, de tonos sombríos, de la La Dama se Esconde.

Los sonidos pop se envuelven puntualmente con ascendencias más aflamencadas, en donde Luque expone su deje más andaluz, como en “Del Montón”, animosa pieza de acaparación amorosa con palmas propicias a la fiesta comunal, o en “Gitana”, plausible revisitación de los sonidos más folk-pop de los Módulos con incisivos ritmos, arreglos épicos de cuerda y semblante poético-trágico tan lorquiano como toreril.

También Chinarro, dentro de un satisfactorio disco, tiene tiempo para escribir temas de placidez romántica nocturna como “El mar de la tranquilidad”, con un estribillo espléndido con voz hedonista estilo Aute en su faceta más laxa, una sección ritmica con una ebullición cuasi rockabilly, y sonidos de acordeón que nos trasladan a un paseo por un bateau mouche.

También nos regala un bonito medio tiempo dedicado a su hijo que incluye inocentes y simpáticos coros femeninos a lo pop “girl group” de finales de los 50 y comienzos de los 60, como la íntima “G. G. Penningstone”, o “Militar”, una cavilación compartida sobre la rutina laboral, el espapismo libertario en una socieda apresurada, el individualismo frente a la borreguería, y el automatismo diario.

En general no dejan de ser conceptos manidos a más no poder y bastante inútiles en la práctica, cuya expresión individual no aportada absolutamente nada más allá del que lo expresa, más no por ese sobamiento, reales.

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