• Por AlohaCriticón

Segundo disco de The Bees, grupo de curiosa mezcla con ascendencias 60’s, que tanto se ubica en el pop psicodélico californiano como en el soul Motown, el R&B de los primeros Stones, el funk o en el reggae. Todo ejecutado con elegancia, clase y sofisticación, cuidado trabajo en melodías, arreglos y armonías vocales.

En su eclecticismo se escuchan trazas tanto de los Byrds, Buffalo Springfield o Moby Grape, como de Marvyn Gaye, los Wailers, Sly Stone, los Kinks o los heterogéneos Kaleidoscope estadounidenses.

Esta magnífica mezcla se inicia con “Who Cares What The Question Is”, rítmica pieza con guitarra bluesy, piano, órgano y armónica, y un desarrollo R&B que nos rememora a los Stones del 65 remedando a su ídolo Bo Diddley, o también a los Beatles con Ringo como voz principal.

“Love in the Harbour” es una canción psicodélica-folk-rock con maravillosas armonías a lo Byrds que tanto les emparenta con la banda de Roger McGuinn como con los Moby Grape o Buffalo Springfield. Digno reflejo de sus querencias californianas-hippies 60’s.

Con “Left Foot Stepdown” se produje un viraje sónico que pone de manifiesto la cautivadora escritura de esta banda inglesa, que aquí parece fusionar el pop psicodélico acústico de Love con el ska y los ritmos orquestales-latinos Exóticos de Esquivel, con trompetas y arreglos estrambóticos llenos de detalles.

En “Got To Let Go”, con intro de órgano espacial, arriman de forma muy estilosa el pop y el jazz con el funk-soul con alguna reminiscencia de los Zombies. La sección de metal tiene un feeling hechizante.

“Listening Man” es una canción, de nuevo interpretada con enorme clase, que podría ser bendecida por el mismísimo Marvin Gaye. Posee una elegancia soul Motown, incluido falsete en coro en el estribillo a lo Temptations, copulada con un cálido ritmo reggae.

“Stand” está dotada de una lograda atmósfera de tonos sinuosos en su mixtura entre pop psicodélico y ritmos funk y reggae, mientras que “Better Days” prorroga su irresistible sofisticación funk-psicodelia-soul en un medio tiempo seductor con un riff incisivo y resonancias elegantes del gran Sly Stone.

Con “The Ocularist” vuelven a situarse en la herencia californiana con luminosas armonías de Costa Oeste, un soberbio puente, y un pop psico-folk con sonidos de sitar que no quedaría mal en un disco Byrds o Charlatans (los de los 60, no los británicos).

Más garajeros se muestran en “Hot One” en un cruce psicodélico entre los Kinks y los Blues Magoos, y terminan el álbum con la extravagante “End of the Street”, pop cómico-experimental con trazos R&B stonianos.

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