• Por AlohaCriticón

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Un disco apacible de ejecución frágil y escucha íntima es lo ofertado por el primer álbum de Travolta, el nuevo proyecto de los ex componentes de Surfin Bichos y Mercromina, Joaquín Pascual y Carlos Cuevas, quienes, junto a Francisco Cuerda y Ana Galletero, consiguen trasladarnos a través de plácidos sonidos pop hacia lugares relentes, melancólicos, de delicada luminosidad, en donde compartir universos de creación privada, ambientes etéreos, fugas oníricas, amoríos eternos…

Es un disco relajado y relajante, de sonidos límpidos, expuesto en tonos confesionales, sutilmente arreglado, enfoque ensoñador, vocalidad susurrante y sensible evocación de emociones.

Redunda un tanto en ritmos lentos y voces, hecho que puede resultar cansino si no se conexiona con la gradación del álbum, la cual auna melancolía con optimismo y luminosidad.

En “Telescopio”, pop de perspectiva vital un tanto escéptica y reflexión sobre el paso del tiempo, con ubicaciones personales y desenfocadas al margen de la realidad “enfocada”, se manifiesta una grata laxitud instrumental con texturas que invitan al idealismo en islas utópicas. El sentido elegante de los arreglos arropa con distinción una dulce melodía.

El piano es el instrumento básico del disco. Muchas piezas se apoyan en él para configurar la invocación serena de emociones, sea en “Con los ojos bien abiertos”, pop ensoñador con hipnótico uso del instrumento citado, arreglos de viento y armonías vocales de Ana Galletero que ayudan a subrayar en su tramo final el objetivo de vigilancia perpetua, en “Corazón valiente”, canción de amanecer en clave optimista con ritmos más vivos, refulgentes sonidos, y propuesta de bravura existencial en tiempos adversos, o “Hasta el final”, en donde los teclados poseen una naturaleza más clásica, hasta se escucha un retozón banjo, y el tratamiento resulta épico en un crescendo que se atempera para retomar las aquietadas primeras notas de piano. La sensación confiada y optimista a pesar de un contexto hostil vuelve a manifestarse en su lírica.

Uno de los mejores temas de este “El efecto amor” es “La casa”, pieza de apreciable atmósfera con ambientes psico-espaciales en donde se remacha el alejamiento de la realidad, sea a través del sueño o en distantes localizaciones del universo.

El violín colorea la canción de tinturas taciturnas antes de que la distinción general de sus sonidos embelesese con una sosegada guitarra a lo Hank Marvin, transportándonos a soleados parajes de abandono hedonista.

Otras canciones importantes de este disco son “Juego de palabras”, con combinación vocal femenina y masculina y algún pasaje de desaseo guitarrero, “Lloviendo a mares”, precioso tema de situación onírica que subraya el contraste entre ambiente y sentimiento con una conseguida imaginería, “Un gran espectáculo”, delicada pieza romántica con enredador piano de ascendencia clásica, o “Ese momento tan especial”, sugestivo diálogo sobre la felicidad de la eternidad amorosa y el temor ante la fugacidad de la dicha compartida.

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