Crítica
Segundo disco de Bon Iver, proyecto liderado por Justin Vernon, un creador de tonadas lentas de cantautor melancólico que suelen mezclar el folk con el art pop y el dream pop. Sus textos crípticos transmiten poco o nada. Este aplaudido álbum, con varios títulos de localizaciones geográficas, es un monótono muestrario de baladas de emociones vacuas, con anodinas voces dobladas en falsete y algún acierto melódico.
En “Perth” se pone nostálgico en una historia de superación de ruptura amorosa. Folk rock y pop orquestal con ritmo de marcha militar, sección de metal y tono plañidero con voz laxa. Se soporta.
“Minnesota, Wi”, pieza con goteos eléctricos, punteos acústicos country-folk y pretensiones psicodélicas art-pop. Aquí alterna una voz grave con su usual falsete en una mezcla pretenciosa y sobreproducida de sonidos. Incluso se escucha algún sintetizador nuevaolero.
“Holocene” es una melódica balada (bueno, casi todas son baladas) acústica con repetitiva guitarra, mientras que “Towers” eleva su ritmo a mitad de una pieza que aburre por las escasas variantes vocales y melódicas.
“Michicant” es lo mismo. Melodías y voces similares con adornos de “sesudos” arreglos. Estos temas parecen himnos de iglesia.
En “Hinnom, Tx” emplea la electrónica y de nuevo se escucha una voz grave. Se pone experimental dentro de la rutina. Mira… un pianito… y hasta parece dale a la tecla de la Olivetti… Jam con disfraz “arty”.
“Wash” es una balada con piano. Ejercicio dream pop con cuerdas. Para dormir a pierna suelta.
“Calgary” es otro corte pop tan experimental como inofensivo. La melodía no está mal.
“Lisbon, Oh” es una corta pieza instrumental robótica-futurista que sabe Dios por qué la han incluido ahí y “Beth/Rest” quiere mezclar varios estilos pero a lo que más recuerda es al pop FM de los años 80. We Are The World. We Are The Children. Disco para fans de Iron & Wine y similares… Inusitada moda folk-art-pop de tonos tristones con inspiración setentera.