• Por Antonio Méndez

death magnetic critica albumCrítica

Cinco años después de “St. Anger”, Metallica volvieron al estudio dispuestos a recuperar los sonidos que hicieron de ellos un nombre clave del thrash metal en los años 80, con discos como “Ride The Lightnin” o “Master of the Puppets”.

Con Rick Rubin en la producción, la banda californiana aceró y aceleró de nuevo sus instrumentos en piezas extensas de carácter épico que conforman este “Death Magnetic”.

El álbum ofrece un conjunto de rápidas y agresivas canciones speed metal y thrash metal, varias de ellas con tono de descontento y ambiente apocalíptico.




No hay concesiones, como en otras ocasiones, al pop-rock FM, hecho ya palpable en su inicio “That Was Just Your Life”, tema con un sereno corazón palpitante y templada acústica en su principio que se torna en urgente ritmo eléctrico con una expeditiva interacción instrumental. No faltan ametralladoras guitarras rítmicas tipo Motorhead y solos de Kirk Hammett con resonancias a lo Thin Lizzy. Estos dos conjuntos son básicas influencias de Metallica.

El disco es constante en esencia, con algunas variantes rítmicas, del ataque febril-virtuoso instrumental y desabrida expresión vocal.

“The End Of The Line” mezcla la ardiente distorsión guitarrera con un pirotécnico solo wah wah y algún ritmo funk-metal con diversidad de tempos; mientras que “Broken, Beat and Scarred”, canción sobre lucha vital y renacimiento fortalecido “avefenixero”, está significada por un sensacional riff y variantes tan melódicas como bravías, en especial su tramo final con una sinergia explosiva del grupo.

“The Day That Never Comes” apacigua el tempo sin perder la épica con limpias y atmósfericas guitarras repicantes.
Buen desarrollo con inicio tranquilo antes del estallido de flamígera distorsión del estribillo sobre un texto de espera y desperanza (… the sunshine never comes) y una conclusión metalera que enardece el espíritu de desaliento.


“All Nightmare Long” es una pieza de tonos oscuros y terror-pesadillescos, con las constantes del thrash metal característico del grupo.

En “Cyanide” se escucha un maullante wah wah, ritmos funk, riffs contundentes, fenomenales cambios de tempo y un texto puesto en boca de James Hetfield desde la perspectiva de un muerto.

Un melancólico piano con arreglos de cuerdas y viento se escucha en el comienzo de “The Unforgiven III”, preludio de unas elegantes guitarras y un riff clásico hard rock.
Gran atmósfera oceánica con el punto de vista de un personaje en busca de redención, alcanzando sus ansias de perdón en un clímax marcado por un excelente solo de Hammett.



“The Judas Kiss” es un tema thrash metal de decepción y desorientación existencial con tentaciones salvadoras; mientras que en el largo instrumental “Suicide & Redemption” lucen su técnica con diferentes pasajes sónicos en donde caben ritmos y riffs de todo tipo.

El disco termina con “My Apocalypse”, en donde con latigazos guitarreros y apremiantes ritmos redundan sus propuestas de cataclismo y fin personal en ambientes sombríos (líricas un tanto absurdas viniendo de multimillonarios con vidas de lujo).
No obstante, esta conclusión tiene potencia, evita manierismos y es de las piezas metaleras más contundentes del álbum.

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