• Por AlohaCriticón

EL CEREBRO DE FRANKENSTEIN (1969)

Dirección: Terence Fisher.

Intérpretes: Peter Cushing, Veronica Carlson, Simon Ward, Freddie Jones.

El barón Frankenstein (Peter Cushing) y el doctor Brandt (George Prauda) llevan años investigando la posibilidad de transplantar el cerebro humano. Después de ser investigados por las autoridades, el barón es expulsado del país y su colega se vuelve loco, siendo encerrado en un manicomio. Tras un tiempo, Frankenstein regresará para conseguir del ya demente Brandt el secreto que completará sus experimentos.

Penúltima entrega de la saga que Fisher realizó para la Hammer sobre el mito creado por Mary Shelley tras “La maldicón de Frankenstein” (1957), “La venganza de Frankenstein” (1958) y “Frankenstein creó a la mujer” (1967), después llegaría la menos lograda de la serie “Frankenstein y el monstruo del infierno” (1974).

Se trata de uno de los filmes más complejos y logrados del gran Fisher, en el que el director británico da muestras de su sapiencia cinematográfica creando una obra casi perfecta, alejándose del terror de choque para adentrarse en ramas más profundas y metafísicas.

La película se inicia con una brillante secuencia de asesinato, donde Fisher nos muestra la decapitación de la víctima con un plano subjetivo.

En estos primeros minutos el misterio es máximo, ya que en ningún momento se nos muestra la identidad (aunque la intuimos) del criminal.

En la cinta hay otras dos secuencias en las que el suspense alcanza cotas altísimas como son la del registro policial de la pensión donde se hospeda Frankenstein y en la que la rotura de una tubería del jardín provoca que salga a la luz parte de un cadáver que había sido enterrado en el mismo con sumo cuidado.

Pero sin duda la secuencia cumbre, no sólo del filme sino de toda la filmografía Fisheriana, es aquella en la que el trasplantado, magistralmente interpretado por Freddie Jones, visita a su mujer en la oscuridad de la noche mientras esta duerme sabedor de que nunca será reconocido. Las palabras no pueden describir la profunda tristeza y belleza que emanan de la misma.

A resaltar también la magnífica interpretación de Cushing como el barón, más malvado y cínico que nunca, y la brillante labor de dos artistas “made in Hammer” Arthur Grant y su excelente fotografía y James Bernard que escribe una de las partituras más notables de su carrera.

En definitiva, una obra maestra del fantástico/terror que merece ser revisitada por todos aquellos que disfruten con el cine.

Ricardo Pérez

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Peter Cushing