Sinopsis

Un hombre y su mujer tienen a sus dos hijos participando en una guerra que ya dura muchos años. Desconocen si viven o si han muerto. Un niño, que parece mudo, se les ha unido. Un día, el gobierno provisional manda quemar su casa en el campo y les traslada a la denominada “Ciudad Transparente”, un lugar en donde todo parece feliz y cómodo.

Crítica

Ray Loriga ganó el Premio Alfaguara de Novela 2017 con este libro distópico narrado por su protagonista anónimo en primera persona y monólogo interior. Prácticamente, a excepción de una parte mínima en su tramo final, no existen diálogos.

El libro mantiene el interés a través de un relato confesional, amable, coloquial, con lugar para la reflexión y la ironía, el cinismo, la sátira; definiendo con simpatía y llaneza a su personaje central en un escenario impreciso en cuanto a tiempo y espacio.

Loriga nos ubica en un ambiente rural con tránsito hacia un escenario urbano que recuerda al Shangri-La de James Hilton en un concepto alegórico sociopolítico que tanto puede evocar, en un progresivo pesimismo, a Franz Kafka como a Aldous Huxley, George Orwell, Ray Bradbury o Kurt Vonnegut.




El texto muestra la inadaptación del hombre libre, del individuo, del ciudadano, a una sociedad de simulación perfecta, feliz, transparente, en donde todo es público y no existe la intimidad (tampoco –en apariencia- la enfermedad, las carencias económicas, el olor a mierda…), con un sistema totalitario que convierte al ciudadano en masa impersonal resignada; una sociedad que trastoca su naturaleza y voluntad oprimida por conceptos demagógicos de igualitarismo que le conducen a convertir su vida en una nadería servicial en manos de comités, comisiones, gobiernos…

El libro no está nada mal, aunque los personajes secundarios no tienen demasiado cuerpo, la resolución es un tanto efectista, y los mensajes e ideas manejados en la trama no dirán demasiado al lector ducho en distopías.