• Por Antonio Méndez

la naranja mecanica anthony burgessCrítica

En el año 1962, Anthony Burgess, parece ser que inspirado por un asalto que sufrió su propia esposa, publicó este libro que conoció una tremenda popularidad tiempo después tras la versión cinematográfica de Stanley Kubrick.

En la novela, Burgess establece un fascinante estudio psico-social de la violencia urbana con una narración dotada de intensidad, un relato básicamente satírico y de humor negro con dramatización paródica y ambiente de distopía.

La novela está narrada desde la sincera perspectiva en primera persona de su antisocial protagonista, Alex, muchacho pandillero de quince años que viste a la última moda, acude a un bar lácteo, resulta por algunas cavilaciones bastante inteligente, y es un apasionado de la música clásica en un contraste consciente de gustos y comportamientos por parte del autor para distinguir a su antihéroe de un criminal cafre y descerebrado. Se autodefine al contar su historia como “vuestro humilde narrador”.



Con sus drugos sale por las noches a divertirse causando alborotos por el Londres futuro en donde transcurre la acción, lugar en donde existe corrupción a todos los niveles.

Lo de drugos es uno de los muchos vocablos del lenguaje que Burgess, para subrayar más la diferencia generacional entre adolescentes y adultos, creó como jerga juvenil: el nadsat, la cual tenía ascendencias eslavas, principalmente el ruso.
Drugo significaba amigo como rota era boca, tolcocho quería decir golpe o, entre otras muchas más palabras, yasicca era lengua.

Al principio el empleo de esta jerga, que dota de particularidad al texto, puede resultar un tanto importuna para el avance narrativo, pero con el transcurso de la lectura los términos más habituales ya se hacen familiares y no menoscaba el ritmo de este recomendable libro dividido en tres partes.




La primera se centra en las andanzas bárbaras de Alex, personaje tan espléndidamente retratado por Burgess que a pesar de tales barbaridades termina resultando simpático, luciendo máscaras para patear a personajes varios, peléandose con otras pandillas, escuchando a su admirado Beethoven, invitando a whisky a las ancianas (que adoran al grupo) y, entre otras “hazañas”, entrar en casas ajenas con sus habitantes dentro.

anthony-burgess-naranja-mecanica-libros-critica-reviewLa traición de sus drugos culmina con la juerga primera y da inicio a la segunda parte de la historia, con Alex sometido en plan cobaya a experimentos extremos para intentar su rehabilitación a la sociedad y que deje de dar la murga con su comportamiento amoral.
Es el Tratamiento de Recuperación.
En este tramo el libro adopta la clásica ambientación pesadillesca de distopía y no pierde la viveza y penetración ya mostrada en las primeras páginas.

La tercera y última parte (cuyo capítulo 7 -21 en total- Kubrick no llevó a su adaptación en el cine) muestra a nuestro humilde narrador convertido ya en buen chico que, a pesar de su nueva condición de bonhomía general, muestra la difícil reinserción a la sociedad del delincuente, siendo incluso rechazado por sus propios padres, que prefieren convivir con un extraño a soportar su presencia. Termina convirtiéndose en una víctima.

El libro presenta sorprendentes evoluciones de sus anteriores colegas y contrarios, quienes presuntamente han alcazando la madurez y ya forman parte del engranaje social.

El conjunto resulta brillante ya que a través de una historia aparentemente simple, y gracias al acercamiento íntimo a su protagonista, provoca en el lector complejas reflexiones sobre conflictos de conducta, educación en los jóvenes (y adultos), mecanismos eficaces de respuesta a tal conducta, libre albedrío, castigo…

Alex ha crecido, oh sí. Pero vosotros, recordad alguna vez a vuestro pequeño Alex que fue. Amén. Y toda esa cala (mierda en nadsat).