• Por AlohaCriticón

cuando hierve la sangreDirección: John Sturges.
Intérpretes: Frank Sinatra, Gina Lollobrigida, Steve McQueen, Peter Lawford.


En los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial, Birmania se convierte en el campo de batalla de diversas escaramuzas entre las tropas aliadas y el ejército nipón.
Al frente de las primeras se destaca el capitán Tom Reynolds (Frank Sinatra).
El instinto agresivo de Reynolds, apoyado por el capitán inglés De Mortimer (Richard Jonson), hará que sus discutidas operaciones sean criticadas por los mandos superiores.




“Se ha dicho que NUNCA hombres libres de todas partes han debido tanto a TAN POCOS.”

He aquí el germen del título original que encabeza esta producción de Metro Goldwyn Mayer. John Sturges, autor entre otras producciones de “La gran evasión” (1963), plantea en esta cinta un drama enclavado en el género bélico, pero aderezado (y edulcorado) por un episodio romántico protagonizado por el físico apabullante de Gina Lollobrigida.

Rodada un año antes de uno de sus mayores éxitos, la adaptación (u “occidentalización”) de “Los siete samuráis” (1954) de Kurosawa, Sturges regresa a otro escenario ya consagrado en el séptimo arte gracias a las andanzas del Oficial Charles Nelson (Errol Flynn) en “Objetivo Birmania” (1945).

Para ello, el director estadounidense adapta un best seller de Tom T. Chamales, ayudándose del guionista que anteriormente le había construido “Conspiración de silencio” (1954), Millard Kaufman, junto con un elenco muy sólido y atractivo para el público, del que destacan las breves pero contundentes actuaciones de Steve McQueen y Charles Bronson, que repetirían posteriormente con Sturges de manera frecuente. También Sinatra volvería a trabajar con Sturges en “Tres sargentos” (1962), remake de “Gunga Din” (1939), producida por el crooner y a mayor gloria del famoso “Rat Pack”.




“Cuando Hierve La Sangre” tiene rasgos de buen cine de guerra, pero queda frenada su progresión por la historia de amor que sirve de vehículo de lucimiento de la Lollobrigida y, por tanto, no llega en ningún momento al elevado nivel dejado por la mencionada obra de Raoul Walsh.

Aún así, quedan grabados destellos de guión (Sinatra: “Sabes, las películas lo tienen todo malentendido, un cigarrillo sabe fatal cuando estás herido”); y la aportación de un McQueen que, conduciendo un jeep militar, ya apuntaba maneras para posteriormente inmortalizar en “Bullit” (1968) la célebre secuencia de la persecución de coches por las calles de San Francisco.

Alberto Alcázar

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