Dirección: Daniel Stamm.
Intérpretes: Jacqueline Byers, Posy Tyler, Colin Salmon, Virginia Madsen.
Con guión de Robert Zappia (“5 Días Para La Medianoche”).
Sinopsis
Aunque el exorcismo está prohibido a las mujeres en la Iglesia católica, una monja, la hermana Ann (Jacqueline Byers) aprende en Boston los métodos de exorcización con el Padre Quinn (Colin Salmon) e intenta utilizarlos para ayudar a una niña de diez años, Natalie (Posy Tyler), a la que creen poseída por el demonio, y a la hermana del Padre Dante (Christian Navarro).
Crítica
La historia de siempre (o casi) en torno a cuitas exorcistas, aquí con la singularidad de que es una mujer la encargada de ritualizar tal combate contra el diablo.
Daniel Stamm, que ya había dirigido otra cinta con exorcismo (“El Último Exorcismo”), acumula en su historia los lugares comunes de un subgénero ya muy trillado y de difícil inventiva en sus tramas a estas alturas de siglo:
Deformación de la imagen angelical del niño como canal del mal, iconografía religiosa, la escéptica de turno que no falte como contraste al “creído”, contorsionismos, levitación, estigmas, gruñidos varios, distorsión de voz, horror facial, efectismos de sonido, flashbacks para apuntalar la génesis de los conflictos, giro final de escasa credibilidad…
El motivo principal de la protagonista, interpretada por la canadiense Jacqueline Byers, termina siendo una terapia de autoayuda para superar traumas de familia entre varias generaciones.
Nada nuevo, y encima con cebo para una secuela.
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