• Por AlohaCriticón

WOODSTOCK, 3 DÍAS DE PAZ Y MÚSICA (1970)

Dirección: Michael Wadleigh.

Intérpretes: Película documental.

Guitarra. “Rated R”. Fuego. Solo con los 30 primeros segundos podemos

hacernos una idea de lo grande que vamos a ver.

Ya desde su concepción, Woodstock, el culmen del hippiesmo, fue un

acontecimiento irrepetible. De esa “onda” contagia Michael Wadleigh sus

imágenes para transmitir con claridad las sensaciones que en tres días

vivieron un millón de pirados enamorados de la vida en paz y la música.

Lo hace con un discurso magistralmente estructurado, lento y progresivo

pero a la vez ágil y fluido, y en todo momento objetivo.

El juego es aparentemente sencillo: combinar entrevistas y actuaciones

musicales. Pero de ambos extrae Wadleigh auténtico oro, tanto

cinematográfico como sociológico.

Hippies, yonkis, policías, agricultores, aldeanos, granjeros,

limpiadores de retretes, médicos… el plantel de perfiles es

completísimo y muy auténtico.

Entre todas las voces consigue armarse un

estudio que hurga en todos los recovecos del evento, en sus aspectos

positivos y negativos, en los beneficios y pérdidas a corto y largo

plazo, en la huella que dejó en cada uno de los que vivieron (bien

desde dentro o en su entorno…). Además queda reflejado el sentir de

una generación que se sentía liberada y deshinibida (se habla sin

complejos de sexo, drogas y rock and roll).

En cuanto a la música, podemos afirmar que pocos festivales han logrado

reunir tal cantidad de grandes bandas (desfilan entre muchos otros

Richie Havens, Joan Baez, The Who, Santana, Janis Joplin, Jimi

Hendrix…más los que no cupieron en el metraje de la película, y son

cuatro horas…). Todos los artistas se llevan por delante la carencia

de medios de que disponían y llenan de ritmo, pulso y vitalidad tanto

el día como la noche, al tiempo que dirigen el latido de su entregado

público.

Pero todo esto no escaparía de lo común de no ser por el prodigioso

montaje que entre Thelma Schoonmaker, Martin Scorsese, George Lucas y

el propio director desarrollan. Cambios contínuos de formato, pantallas

dobles y triples, imágenes especulares, superposiciones, acciones

simultáneas…un torrente de recursos que convierten el simple

documental en puro cine; recursos que extienden su influencia hasta los

montajes musicales e ideas cinematográficas de nuestros días.

Un paraguas protagoniza el último plano sugestivo de los muchos que

encierra el metraje, momento en que el espectador confirma que ha

asistido a algo sin parangón: un renovador aire de cine, paz y libertad

conducido por el poder de la música.

The Wishi & A

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