• Por Antonio Méndez

la senda del drago libroCrítica

Este libro está dividido en dos partes. Una, con un simbólico transfondo reflexivo-político, transcurre en un barco llamado “Occidente”, y otra, reteniendo e incidiendo todavía más en tal aspecto reflexivo-político, nos lleva a las paradisíacas Islas Canarias, en donde Martín, el protagonista masculino principal, se regocija en el escenario tinerfeño y en la compañía de una mujer llamada Runa.

Compartiendo con Sampedro algunas de sus críticas, preocupaciones y problemas asentados en el buque “Occidente”, como es el mercantilismo salvaje, el capital como principal valor, la respuesta violenta-bélica desde el poder o la explotación natural desmedida con abusos ecológicos, el libro, narrado en primera persona, tiende a la excesiva demonización pareciéndole importar bien poco el retrato profundo y las relaciones entre sus personajes, en especial la admiración y deseo entre la pareja principal (con una relación amorosa que no fascina).

Tampoco el desarrollo de la trama va más allá de las ideas compartidas (y alborozadas entre los caracteres sin demasiados puntos de vista divergentes) y de cierto tufillo a posesión de verdad absoluta, que culminan en una crónica turística por Tenerife y unas divagaciones filosófico-políticas apocalípticas con mensaje futurista-utópico esperanzador.

Dos apuntes para finalizar. El primero. En el libro, de fácil lectura a pesar de su expansión a causa de la reiteración de sus cuestiones básicas, se hacen varias referencias al goce por parte de la pareja de contemplar “La fiera de mi niña”, pero se afirma que es de George Cukor. No, es de Howard Hawks.

El segundo. Aunque el barco Occidente es malmirado, en especial sus mecanismos de poder y tejemanejes económicos, ¿este libro crítico podría ser publicado en otro de los buques que tanto se veneran como alternativa?

¿No es tal veneración caer en la trampa “esnob-exótica” de admirar lo lejano y distante (tanto geográfica como espiritual o temporalmente) sin entrar en sus propios (y gravísimos) problemas sociales y políticos (discriminación sexual, falta de representación democrática, totalitarismo, ausencia de libertades, entre ellas la de expresión…) y permitir que éstos sean achacables en gran parte a los demás y que, al margen del contexto actual, llevan a establecer comentarios rotundo-comparativos en boca de algún personaje del estilo “recuerdo como los mongoles trataban con respeto…”? ¿Recuerdo?

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