Crítica
Visto lo visto, parece que el único recurso creativo del neoyorquino Matthew Pearl es el de vincular una intriga de época con un autor literario conocido.
Si se dio a conocer con Dante Alighieri en “El Club Dante”, más tarde prosiguió con Edgar Allan Poe en “La Sombra De Poe” y ahora le toca el turno a Charles Dickens en “El Último Dickens”.
Nos pasea Pearl por diversos escenarios en el período decimonónico, creando un misterio que liga la muerte del escritor inglés con un libro inacabado y abordando asuntos de editorial y comercio.
Aparte de algún acierto en la descripción de la época, la trama es cansina, desequilibra la historia con la ficción, y abusa de peroratas de ensayo más que de novela, a la par que concede protagonismo a algunos personajes que terminan siendo anécdotas en una narración arrítmica con desenfoque en las perspectivas.