Crítica
Mariano José de Larra escribió este artículo en agosto del año 1835, apareciendo publicado en la Revista Mensajero en una época en la que en España reinaba Isabel II, todavía una niña, con la regencia de María Cristina de Borbón y con el país en conflicto con la Primera Guerra Carlista.
Con su habitual sorna, riqueza léxica y enfoque pesimista, Larra inicia el texto refiriendo la importancia de diferentes figuras históricas, desde el egipcio Sesostris al macedonio Alejandro Magno pasando por Atila o Napoleón… después del coloso, los enanos…
No porque tales figuras aportasen algo positivo o algo negativo, sino por su brillo y determinación en los actos en consonancia al pensamiento… hombre reverbero…hombres que dan nombre a su siglo.
Más tarde, en el devenir de la historia urdida por Mariano José, esos hombres de brillantez, de carisma, se modifican en un nuevo Babel de confusión, de sociedad de conflictos, de ruido inmenso que no dice nada…
Larra convierte la época de hombres en época de las palabras, palabras de dos caras, palabra camaleón. Todo chauchau, todo blablá, que… se queda en nada o en mentiras.
La brillantez se convierte en oscuridad, en un cuasi de relatividad en el que se apunta, se habla, pero no se dice nada real más allá de intereses de poder.
El siglo XIX, para Larra, es un cuasi de palabras y acciones.
Pasea sus cuasis por Francia, Bélgica, España… en un propósito de grandes cuasis por todas partes, de hombres en pelea con sociedades a la espera. No hay reverberos. No cicerones.
Cuasi sermón. Así define Larra su meditación pesadillesca sobre palabreros políticos.