CANCIÓN DE CUNA PARA UN CADÁVER (1964)
Dirección: Robert Aldrich.
Intérpretes: Bette Davis, Olivia de Havilland, Joseph Cotten, Agnes Moorehead.
Una decandente Charlote Hollis (Bette Davis); enajenada desde la muerte del
hombre al que amó – hace más de treinta años- vive en un lugar en el que
todos sospechan de ella como la que perpetró la muerte del amante.
Al mismo tiempo el Estado quiere expropiarle la casa para hacer una
autopista. Es por eso que llama a su prima (Olivia de Havilland) y a un
amigo de la familia (Joseph Cotten) para que la ayuden en su empeño por
conservarla.
Dos años más tarde de “Qué fue de Baby Jane?”, Robert Aldrich repite equipo
de rodaje, guionistas y actriz principal para seguir ahondando en la maldad
del ser humano; la inmoralidad y el exceso con su nuevo título “Canción de
cuna para un cadáver”.
La película arranca con las leves notas de un piano al que acompaña una voz
tarareando los acordes de una inquietante nana “Hush, hush… Sweet
Charlotte”. Conforme se va acercando el inicio, la canción de cuna comienza
a degenerar en unas notas alargadas y lúgubres cual silueta fantasmagórica.
A lo largo de todo el metraje la canción de marras tomará una importancia
capital; tanto en su versión instrumental como en la voz de Joseph Cotten al
piano. Una vez más estamos ante lo que muchos pueden considerar como un
error en la traducción del título; ya que el original del film: “Hush,
hush…Sweet Charlotte”, era suficiente reclamo -y presagio de trajedias-
como para sustituir su enunciado.
“Canción de cuna para un cadáver” es una película cuyo guión, pero sobre
todo cuya acción, irremediablemente nos recuerda a “Las diabólicas” dirigida
por Henri-Georges Clouzot en 1954.
Estamos ante uno de los trabajos más macabros y desconcertantes de la siempre
inquietante Bette Davis – “La loba” 1941, “Eva al desnudo” 1950-;
personalidad inconfundible dentro del panorama holliwodiense, que creara más
de un quebradero de cabeza en directores de lo más experimentado.Sin ir más
lejos, en el título que nos ocupa, y valiéndose de la enfermedad alegada por
Joan Crawford (para quien, en un primer momento, era el papel principal),
Davis de quedó con el papel protagonista, sacando del proyecto a Katharine
Hepburn y Vivien Leigh (quienes no aceptaron compartir escena con sus
excentricidades y mal humor – esto último, y como siempre, según las malas
lenguas- )
Los puntos fuertes a favor de “Canción de cuna para un cadáver” radican,
además de la partitura anteriormente comentada (que debemos a Frank de Vol),
y las gloriosas interpretaciones del equipo, en un extraordinario tratamiento
del blanco y negro. Una fotografía con un amplísimo estudio de luces y
sombras que dotan a la atmósfera – ya de por si sobrecogedora- de un
equilibrio dramático acentuado a cada plano.
Mención aparte la que cabe destacar sobre el papel de Velma, criada de
Charlotte Hollis, que interpreta magistralmente, la pizpireta Agnes
Moorehead, fiel Sancho Panza, ojo avizor a los escollos que su Don Quijote
pudiera encontrarse en el camino.
Cristina Gómez
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