LA COLINA DE LOS DIABLOS DE ACERO (1957)
Dirección: Anthony Mann.
Intérpretes: Robert Ryan, Aldo Ray, Robert Keith, Phillip Pine.
Men in war nos describe como un pelotón, rodeado de enemigos, intenta llegar
a contactar con el grueso de las fuerzas en plena guerra de Corea. El miedo,
la fatiga de combate y la desesperación hacen mella en cada uno de los
soldados y en el teniente responsable de sus vidas (Robert Ryan). La llegada
de un jeep, con un coronel al borde de la locura y un sargento que intenta
desertar (Aldo Ray), no hace más que empeorar la situación. A partir de aquí
la película se divide en dos partes claramente diferenciadas: una primera de
itinerario, donde innumerable peligros van diezmando lo poco que les queda
de moral; y una segunda en la que intentan redimirse de sus debilidades
alcanzando la colina del título.
“Contarme la historia de un soldado raso y os contaré la historia de todas
las guerras”. Esta frase, justo a continuación de los créditos, sirve de
arranque para “La Colina de los diablos de acero”. Anthony Mann nos avisa
con este desbarre que la película que vamos a presenciar no va a ser “una de
guerra” convencional como las que se estilaban en los años precedentes.
Con “Men in war”, el género se hace mayor, más real y humano como lo
demuestran distintas secuencias donde los personajes recogen fotos de las
familias de los enemigos que acaban de matar. Pero también se hace más
crítico. Robert Ryan llega a decir “El batallón no existe, el regimiento no
existe, Estados Unidos no existe, somos los únicos que seguimos luchando en
esta guerra”. Este claro alegato antibelicista de Mann, refleja lo que la
guerra de Corea significaba para los americanos en comparación con la recién
acabada Segunda Guerra Mundial. Y es que el film es un claro precedente de
las cintas bélicas que comenzaron a rodarse sobre la guerra del Vietnam en
décadas posteriores.
La perfecta realización, con rodaje íntegro en exteriores, la actuación
realista de Ray y Ryan y la excelente música de Elmer Bernstein (subrayando
los silencios en las escenas más impactantes) hacen que “La Colina de los
diablos de acero” sea una de las mejores y más personales obras de Anthony
Mann.
Fernando de Cea
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