SOLA EN LA OSCURIDAD (1967)
Dirección: Terence Young.
Intérpretes: Audrey Hepburn, Alan Arkin, Richard Crenna, Efrem Zimbalist Jr.
Susy Hendrix (Audrey Hepburn) es una mujer ciega que tendrá que enfrentarse a un trío de criminales (Alan Arkin, Richard Crenna y Jack Weston) que intentan hacerse con una muñeca llena de heroína.
¿Hay algo que le inquiete más al espectador que ver a Audrey Hepburn en
peligro? ¿Y si encima es ciega? Estas preguntas seguro que se las hizo Mel
Ferrer, productor y marido de la “Mujer Gacela”, a mediados de los sesenta
cuando se embarcó en este proyecto.
“Wait Until Dark” es la adaptación de la obra de teatro homónima de Frederik
Knott, autor de “Crimen perfecto” y otros éxitos policíacos. Se rodó un año
después de su estreno en Broadway, y supuso la nominación al Oscar para su
protagonista. Oscar que, finalmente, se lo llevó la otra Hepburn, Katharine,
por “Adivina quien viene esta noche”.
El equipo técnico, al servicio de Audrey Hepburn, resultó algo irregular. Si
bien el director era lo que se llamaba un buen “artesano”(como lo demostró
en aquella primera entrega de la serie “James Bond”: “El Agente 007 contra
el doctor No”) y la música de Henri Mancini era muy adecuada, tanto Alan
Arkin, como Richard Crenna y el “blando” y televisivo Efrem Zimbalist Jr.,
chirriaban algo en el resultado final. Sin embargo la actuación de Audrey
Hepburn bastó para sacar adelante el proyecto. Eso sí, no evitó la ruptura
de su matrimonio, ni su ausencia de los escenarios en casi diez años.
La película, admitiendo que pertenece al género de suspense, tiene elementos
del mejor cine de terror. Prácticamente creó una escuela y, cintas como
“Terror Ciego” (Blind Terror/ See no evil, 1971) de Richard Fleischer, se
hicieron justamente famosas. Mientras aquí, la Hepburn intentaba sobrevivir
a los ataques de unos delincuentes que buscan una muñeca (otro elemento
presente en las cintas de miedo); en “Terror Ciego” Mia Farrow, se paseaba,
sin saberlo, entre los cadáveres de su familia. Y es que cuando el peligro
se presiente, se adivina, se oye, pero no se ve, el miedo se transforma en
pánico. Soy de los que opinan que el terror implícito es mucho más
impactante que el sangriento, y la habilidad de un director es,
precisamente, conseguir transmitir esa inquietud al espectador sólo con
sombras o, incluso, con la ausencia total de luz. En la representación
teatral de “Sola en la oscuridad” así lo hicieron: en el momento de mayor
tensión, apagaron las luces de toda la sala y los espectadores se quedaron
completamente a oscuras. Terence Young volvió a repetir para la gran
pantalla el mismo experimento. Y le salió bien.
Fernando de Cea
Enlaces