VERANO DE CORRUPCIÓN (1998)
Dirección: Bryan Singer.
Intérpretes: Brad Renfo, Ian McKellen, Joshua Jackson, Bruce Davison.
Todd Bowden (Brad Renfro) es un adolescente fascinado por el Holocausto. Tal
es su afición al tema que un día se persona en casa de su vecino Arthur
Denker (Ian McKellen), un hombre de apariencia respetable que esconde a un
antigiuo criminal de guerra nazi. Bajo la amenaza de revelar su identidad,
Todd le pide que le cuente sus experiencias en los campos de exterminio. A
partir de ese momento nacerá entre los dos una relación regida por el mal.
“Verano de corrupción” es la tercera película del realizador estadounidense
Bryan Singer, tras dirigir “Public Acess” (inédita por estos lares) y
“Sospechosos habituales” y antes de introducirse en las sagas de superhéroes
de tebeo (la primera y segunda parte de “X-Men” y “Superman Returns”). El
film es la adaptación de un relato del prolífico Stephen King (que junto con
Shakespeare es el escritor más adaptado de la historia), aunque no incide
como suele ser habitual en temas terroríficos. Sin embargo, el juego
psicológico entre los protagonistas crea una inquietante presencia de lo
maligno.
Singer opta por el “thriller psicológico”, por crear suspense y perturbar al
espectador a través de la insinuación, de lo que se dice y, sobre todo, de
lo que no se dice. Tanto Todd como Atrhur tienen cosas que ocultar, no son
lo que parecen de cara al público y su inclinación al lado oscuro acabará
por salir a la luz. Ambos se enriquecerán mutuamente en su tendencia al mal:
Arthur rememorará los años de exterminio de judíos (véase la escena en que
se prueba un disfraz de oficial nazi) y Todd comenzará a distanciarse de los
suyos y de sus estudios, sólo con oídos para las historias del viejo alemán.
En muchas partes del film se irán alterando los papeles en cuanto a quien
domina a quien. Si bien al principio Todd casi obliga a Arthur a seguir su
juego, su vecino demostrará que es capaz de llevar las riendas. Al respecto
hay una frase de la cinta que resulta muy ilustrativa en la relación que
mantienen: “Para tener poder sobre otro, hazle creer que vive porque tu se
lo permites”. Con todo ello, Todd se convertirá en el “alumno aventajado”
del que habla el título original de la película.
El final está en sintonía con el ambiente malsano que desprende todo el
metraje, hay que agrdecerle a Singer que deseche la moralina por la que
parecía optar. Veáse como ejemplo la conversación entre Todd y su tutor de
estudios.
En el apartado interpretativo hay que destacar la siempre solvente presencia
de Ian McKellen, que otorga la necesaria mezcla de indefensión y peligro que
tiene su personaje a lo largo de la historia. No se puede ser tan entusiasta
con Brad Renfro, que si bien resulta creíble en su vertiente maléfica, no
acaba de antojarse muy modélico al principio del film, como para convencerse
de su transformación.
Con todo ello, lo que nos queda es una película absorbente y perturbadora,
con una sólida dirección de Singer pese a algunos pasajes algo
morosos. También ayuda la fotografía y la música de dos de sus habituales
colaboradores, Newton Thomas Sigel y John Ottman. Un film que en su momento
pasó sin pena ni gloria y que merece ser reivindicado. David García
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